Propiamente nadie dudaba en el país que el Presidente-candidato Rafael Correa- obtendría el triunfo cuando las elecciones generales de este domingo. Es ocioso repetir por eso los múltiples factores que militaban a su favor: desde las normas jurídicas pensadas con habilidad para asegurar el éxito del aspirante a la reelección, hasta el abrumador despliegue de la propaganda.
Solo si ocurría un milagro, un auténtico ‘milagro’, se juzgaba que en lo sustancial cambiaría el panorama de los resultados. De ahí que para la mayor parte -casi la totalidad- de los observadores imparciales, el cálculo de los comicios más bien radicaba en los porcentajes y ante todo la ubicación de los varios binomios.
Y precisamente ha sido en estos rubros donde se han registrado las mayores sorpresas, amén por supuesto de la magnitud de los bloques que integrarán el rompecabezas de la próxima Asamblea.
Así, en el apartado de las ‘sorpresas’, ninguna aparece más significativa como la del candidato del movimiento Creo, Guillermo Lasso Mendoza.
Iniciada la peripecia de la postulación con débiles testimonios de un futuro promisorio, lo cierto es que Lasso ha pasado luego de los comicios y de golpe y porrazo, también a encarnar el activo y quizás vibrante liderazgo de la oposición a Correa, con cuyo esquema de Gobierno no comulga para nada, sino que más bien le ha puesto múltiples reparos de fondo.
En vez de una torrencial avalancha de promesas, Lasso ha tenido el claro acierto de puntualizar que su compromiso con el pueblo ecuatoriano se resume en el arduo y vitalísimo propósito de “acabar con la pobreza”, que sigue agobiando a un enorme sector de los moradores del Ecuador, no obstante las exorbitantes cantidades de recursos que ha recibido el Gobierno correísta, por trasunto de los maravillosos precios pagados en los mercados internacionales de petróleo crudo.
Apenas tres horas después del cierre de las votaciones, Lasso dejó perfectamente en claro su actitud hacia lo posterior. Agradeció por cierto a Dios, su familia y sus partidarios que le acompañaron en la campaña cívica; noblemente reconoció el éxito del binomio Correa-Jorge Glass, pero sobre todo enfatizó que tenía el respaldo de la cuarta parte de la ciudadanía, lo que convertía al movimiento Creo en la segunda fuerza política del país y que utilizaría sistemáticamente tal circunstancia como herramienta para oponerse de manera civilizada, a toda disposición o mandato oficial que perjudicare los verdaderos intereses del pueblo ecuatoriano.
Frente a este panorama, fueron ‘sorpresas’ de mucho menor calibre, el desempeño de otros candidatos: el hundimiento de Lucio Gutiérrez, también el de Álvaro Noboa, de los partidarios del PRE, de Alberto Acosta y Norman Wray, así como el relativo interés que despertó los últimos días previos a los comicios el doctor Mauricio Rodas, de SUMA.