Columnista invitado
Detrás del autoritarismo, la concentración de poder y la arrogancia de creerse moralmente superiores, late un miedo inmenso.
Miedo a aceptar al otro y a reconocer debilidades, pero sobre todo miedo a la verdad. Son nueve años de un gobierno con miedo.
Qué puede ser sino miedo lo que les impide aceptar, como indica toda evidencia, que hicieron las cosas mal en materia económica, que derrocharon riqueza y que viene ahora una dura etapa de ajuste.
Qué puede ser sino miedo, lo que les impulsó a crear un gigantesco aparato de propaganda y censura para promoverse hasta el cansancio y atacar toda disidencia.
Cómo no considerar que es puro miedo su negativa a llamar a consulta para que los ciudadanos se pronuncien sobre la reelección presidencial o a abrirse sin condiciones a una evaluación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Fue el miedo lo que les llevó a anunciar el cierre de la organización Fundamedios y el retiro de visa de una académica extranjera crítica.
Hay también miedo cuando no hablan claro sobre las medidas de ajuste, cuando bajito y sin pedir reflectores, vuelven al redil del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Miedo a que se sepa que en nueve años lo que levantaron fue un sistema político-económico frágil e inconsistente.
Pero no solo tienen miedo, también generan miedo.
Han perseguido y hostigado a las voces discordantes como si fueran enemigos de guerra.
Incluso han golpeado y maltratado físicamente a los que protestan para después ocultar la mano y, sin siquiera sonrojarse, afirmar que todo es una mentira.
¿Cómo no tener miedo, si la independencia de la justicia brilla por su ausencia?
La psicología indica que detrás de las personas fuertes y en ocasiones violentas, casi siempre se ocultan la debilidad y el miedo. Miedo a que otros descubran nuestros defectos, nos pierdan la confianza y exijan explicaciones claras.
Algo de eso hay en el Gobierno.
El miedo se vincula casi siempre a la mentira y ese es uno de los rasgos más complicados, pues quien engaña termina engañándose y con eso, anulando su capacidad para actuar frente a la realidad y peor, a la posibilidad de cambiar.
En los últimos años diferentes voces han exhortado al Gobierno a ejercer la autocrítica y dejar de lado el miedo, el autoengaño y cambiar de sendero. Pero ha sido inútil.Esperar que suceda ahora, parece una ingenuidad. Estos son tiempos complicados y pueden empeorar.