Cada tiempo histórico ha sido marcado por el nacimiento de una nueva forma de energía. Ella determinó la manera cómo nos movíamos y en qué elemento apalancamos el crecimiento económico. Lo fue así con el vapor en la revolución industrial, el petróleo después y desde hace un buen tiempo: la energía nuclear sobre la que hemos tenido de nuevo muestras de miedo y de terror en el caso japonés de Fukushima. Lo que no se dice con frecuencia es que Francia basa el 75% de su consumo en energía generada por centrales nucleares y no se han tenido noticias de que un accidente o alguna manifestación pública pusiera en tela de juicio su uso.
Ciertamente vivimos en un mundo de riesgos y de incertidumbres y el miedo es casi una consecuencia lógica. Se vive no sabiendo lo que va a pasar en un futuro cercano debido fundamentalmente a la rapidez de los cambios a los que vivimos expuestos. Toffler hablaba hace unos años que los conocimientos adquiridos solo duraban un par de lustros. Ahora, Harvard, cuyo negocio es enseñar bien, dice que no alcanzan a durar tres años. Este es un tiempo de cambios y aquel que pretenda quedarse más tiempo de esos plazos históricos se expone a lo que acontece hoy en los países árabes. La gente no tolera dictaduras ni gobiernos que se mantengan por un tiempo largo por la sencilla razón que no creen que interpreten con la agilidad requerida la rapidez de cambios.
Una década de Chávez en Venezuela debe ser una eternidad para un país acostado sobre petróleo que no logra levantarse para emprender los cambios en materia de seguridad, vivienda y calidad de vida que ambicionan millones. El descontento surge de lo que ven, saben y conocen a través de los medios electrónicos y los teléfonos celulares ; algunos creen que censurando internet se evitarían los malestares. No entienden que no se tapa el sol con un dedo y menos que el cambio hay que entenderlo o perecer.
La energía social se ha disparado, Obama exige a las empresas de automóviles que coloquen en el mercado vehículos con motores no solo dependientes del petróleo. Están corriendo detrás del hidrógeno que es capaz de colocar cohetes en el espacio y también podría mover millones de automóviles. La energía eléctrica es una realidad implementada en vehículos y la Argentina acaba de inaugurar una gran planta de litio, mientras Evo Morales gobierna el país con la mayor reserva de este producto pero no consigue explotar el gas del subsuelo.
Hoy, los gobernantes deben entender las nuevas energías emergentes, pero hay una que se mueve a una velocidad absolutamente desconocida: la de los seres humanos cada vez más comunicados y capaces de eludir cualquier censura. Esa es la revolución más trascendente que algunos gobiernos no perciben.