Nueva especie digital

‘No le faltan perros y perras para defenderlo, cínicos, mafiosos, ¿quiénes son esos tales intelectuales??? Jejejeje, no me hagan reír!!, no son más que un grupo de vagos, adictos, marihuaneros, aspiradores de coca y hasta narcotraficantes...” Pido disculpas por comenzar este análisis con la transcripción literal de uno de los tantos comentarios del público que acompañan una noticia publicada por EL COMERCIO el pasado viernes. Se trata de un escrito más entre los miles que aparecen junto a las noticias o artículos de opinión que publican los diarios digitales del Ecuador. Cubiertos por el anonimato que aúpa el Internet, los ‘trolls’, nueva especie carroñera, se han apropiado de los espacios de debate para convertirlos en basurales digitales, repletos de estulticia e ignorancia. De acuerdo a Wikipedia, un ‘troll’ es un individuo que actúa en Internet para provocar a los usuarios o lectores, crear controversia y desatar reacciones viscerales para confundir o divertirse, o bien provocar las ‘flamewars’, irritando a sus participantes y enfrentándolos entre sí. En su ofensiva, los ‘trolls’ no solo agreden a personas e instituciones; su ataque se dirige, también, contra la razón y la estética. Leer sus comentarios es un verdadero ejercicio de empobrecimiento y degradación espirituales.

Las plazas públicas digitales que ofrecen las redes comunicacionales actuales deberían ser puntos de encuentro para debatir el presente y futuro de nuestras sociedades, defender las libertades y fortalecer la democracia. Con sus chantajes, ultrajes y descalificaciones, los ‘trolls’ quieren intimidar a los buenos ciudadanos y expulsarlos de estas plazas, algo que ya ha ocurrido en algunos medios que disponen de secciones abiertas para usuarios identificados y anónimos. Si bien ciertas publicaciones digitales procuran filtrar los comentarios y eliminar escritos injuriosos o vulgares, la velocidad de la Red y la conexión de incontables cibernautas regados por el planeta hacen vano todo esfuerzo de control. Valdría preguntarse, entonces, si los ‘blogs’ y campos digitales abiertos al público cumplen una función dialéctica, robustecen la participación ciudadana en los asuntos públicos y, cultivan la libertad de expresión.

A riesgo de exponer la identidad de las personas frente a un régimen que no acepta críticas y busca imponer un pensamiento único, resulta indispensable regular el acceso al espacio digital a través de la identificación plena de los usuarios. De la misma manera que los periódicos impresos exigen la cédula para publicar las Cartas a la Dirección, los diarios digitales deberían comprobar la identidad real de los usuarios registrados. Sería la única manera eficaz de recuperar algunos espacios de la Red y neutralizar la amenaza que representa esta nueva especie carroñera llamada ‘troll’.

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