Según nuestro historiador González Suárez, Felipillo fue un personaje indígena que sirvió de enlace entre los conquistadores españoles y los incas. Fungió de traductor al servicio de Francisco Pizarro y de sus huestes afiebradas por el oro de los andinos. Cuando preso Atahualpa tuvo un papel nefasto que precipitó el “enjuiciamiento” y asesinato del último emperador de los Incas.
Desde ese entonces Felipillo es sinónimo de servilismo y traición de un indio respecto de sus semejantes. Sobre sus espaldas descansa también el saqueo, exterminio y superexplotación de una raza y cultura espléndidas. La maquinaria colonial tuvo a los Felipillos como engranajes claves de su funcionamiento.
De Felipillos está salpicada la historia de los andes y de todos pueblos del mundo. La deslealtad, la ambición desmedida, la venta de los principios a cambio de dinero y privilegios son parte de la condición humana en todos los tiempos. Visten de plumas, poncho, dishdash, kimono o traje occidental de marca. Son hombres o mujeres. De izquierda o derecha. Analfabetos o PhD.
Los Felipillos son instrumentos indispensables del poder. Son sus manos, armas y cuentas las que dan vida al aparato de dominio. Se ensucian las manos y dan la cara en temas engorrosos. Son mercenarios especializados que cobran bien por sus servicios. Son los alza manos, voceros y cobra cuentas. Pueden ser políticos, policías, jueces, fiscales, periodistas y abogados obsecuentes. Los torturadores, sicarios y testaferros son parte del mismo entorno. También los consultores, publicistas, pesquisas y escritores que edulcoran la opresión. Son funcionales al poder, que en el fondo los desprecia. Un mercenario, es un mercenario al fin. Irá a donde le paguen mejor.
El poder construye sus lacayos. Les halaga y defiende. El Régimen colonial español no se hubiera consolidado si no mantenía y tornaba funcional la institucionalidad andina. Muchos curacas, caciques, o señores étnicos fueron adulados o comprados con títulos nobiliarios, bienes y tierras. Les concedieron algo de poder para que controlen a sus hermanos.
El imperialismo no fuera imperialismo, ni las multinacionales no fueran tan poderosas si no contaran con “aliados” internos, nacionales, bien pagados: políticos prominentes, elegantes bufetes de abogados, “Felipillos pelucones”. Es famosa la frase atribuida a Franklin D. Roosevelt respecto del dictador nicaragüense Anastasio Somoza García: “Puede que sea un hijo de p…, pero es nuestro hijo de p…”. Cuando se acusa al imperialismo de todos nuestros males, se olvida de la responsabilidad de estos nefastos personajes criollo s.
Pero, la historia andina no solo ha tenido Felipillos. Ha tenido indios de la base y curacas dignos, rebeldes, defensores de su pueblo hasta el sacrificio: Tupak Amaru, Tupak Katary o Daquilema.