Todos estos años hemos vivido nuestra propia versión de la “posverdad”, este concepto que se puso de moda en la campaña electoral de Trump. La posverdad “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”, de acuerdo al diccionario Oxford de la lengua inglesa. En otras palabras, implica sostener y creer en algo que contradice los hechos conocidos, la emoción puede más que las pruebas.
El Canciller Long, por ejemplo, afirmó el año pasado -ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas- que en el Ecuador “se vive absoluta libertad de expresión”, esto contrasta claramente con una realidad de persecución, sanciones a los medios, condenas judiciales a periodistas y tuiteros, amenazas en las sabatinas.
Cada uno de estos hechos contradice la afirmación de la “absoluta libertad”, algo documentado en varios informes nacionales e internacional. El Canciller, sin ruborizarse, dijo públicamente algo que contradice la realidad; es más llegó a hablar de “ampliación y democratización” del derecho para referirse al opaco concurso de frecuencias que hacía pensar –y los hechos lo confirman- que sería usado para castigar a los medios que han mantenido, pese a las adversidades, una voz crítica al régimen.
El Presidente descartó que el país atravesara una crisis o una recesión económica: “Yo ya me cansé… Llámele como le dé la gana, crisis, recesión. Académicamente, sabemos que no estamos en crisis”. Poco o nada importan los indicadores económicos que dan cuenta de la crisis, el libreto es negar la realidad e insultar como práctica.
El más reciente ejemplo de este ejercicio de posverdad fue la rueda de prensa, del subsecretario jurídico de la Presidencia de la República, en que explicó los avances de la “investigación” que, según sus declaraciones, el régimen lleva adelante. Un acto surrealista, una puesta en escena mediante la cual se quiere instalar la idea de que fue este gobierno el que investigó, descubrió y denunció presuntos y graves actos de corrupción que rodean a Petroecuador y a la empresa Odebrecht.
Cualquier persona con acceso a un mínimo de información sabe que hace tiempo Plan V y el portal Focus, por mencionar algunas fuentes, publicaron denuncias que alertaban de graves hechos de corrupción. Muchos recordarán el enojo presidencial cuando se hablaba de los “nuevos ricos”. Retó entre amenazas a que se den nombres, afirmaba que era imposible que en la revolución de las “manos limpias” algo así se dé.
Muchas personas dieron nombres y publicaron fotografías de quienes repentina y sospechosamente habían incrementado su fortuna. Nuevas amenazas como respuesta.
Nuestra posverdad incluye, que ésta viene del pasado, nos quieren hacer creer -contra toda lógica- que luego de diez años de control casi total, ellos no tienen responsabilidad por acción u omisión de lo que sucede. Esto no sólo contradice las evidencias, insulta nuestra inteligencia.
@farithsimon