Se han echado lodo, se han acusado de traidores, corruptos, mentirosos; entre ellos, los que hace pocos días eran socios en el gobierno y en los proyectos que le han provocado daños irreparables al país, de acuerdo con sus propias expresiones.
En este episodio teatral, la oposición es apenas parte del público, los candidatos son solo observadores y las autoridades de control son parte del público y al mismo tiempo de la trama, desempeñan un papel… un papelón.
Capaya ha creado un nuevo género con el que ha sorprendido a los genios de la comunicación y les ha puesto a la defensiva. Después de la radionovela y la telenovela, estamos asistiendo a la primera novela de las redes sociales que tiene las cualidades más características de las nuevas tecnologías.
Está hecha en tiempo real, es interactiva y se viraliza de inmediato. Cada capítulo depende de las reacciones que provoca el capítulo anterior y nadie sabe, ni los autores, cuál será el final o hacia dónde conduce todo esto.
En medio de la tragedia resulta casi cómico que Capaya empiece a tomar la dirección no solo de la novela de las redes sino que quiere colonizar otros espacios; ahora hace críticas a los productores de la sabatina, imparte instrucciones, les pide más creatividad. Debe ser humillante para quienes, hasta ahora, dominaban el espectáculo en todos sus detalles.
El espectador más receloso y desconfiado debe ser el hombre que quiere liderar esta revolución o lo que quede de ella. Se ha propuesto continuar lo que ha tenido de positivo y corregir los errores, pero no se suponía que en las últimas semanas de la campaña se presentaran los errores en forma de sociodrama. Había prometido aplicar cirugía para corregir la corrupción, ahora ya sabe dónde. Lo que parece no sabía es que el hombre del maletín todavía “pulula” como en el pasado y que los corruptos de ahora no parece que necesiten ser bendecidos por el paso del tiempo para “regresar a presentarse como los prohombres de la legalidad…”
Los espectadores más avergonzados deben ser los integrantes de la Asamblea, de la contraloría, del quinto poder, de la justicia… todos los que el país ha nombrado y ha pagado para fiscalizar y evitar la corrupción. Los controladores parece que pueden pasar al bando de los controlados. Hace dos mil años se preguntaban los romanos: Quis custodet custodes? ¿Quién controlará a los controladores? Capaya ha puesto nuevamente en vigencia este problema nunca resuelto.
¿Qué influencia tendrá la novela de las redes sociales en las elecciones? Es imposible saber ahora; lo que sabemos es que la corrupción es un monstruo grande y pisa fuerte sobre la inocencia de la gente.
Sabemos también que la aparente indolencia del pueblo respecto de la corrupción puede terminar en indignación incontrolable cuando cobra realidad con lenguajes como el de la novela.