Paralelamente al necesario alimento espiritual que constituye la lectura diaria de la prensa y más revistas en libre circulación, también están los libros. Escogí, de la abundante oferta de autores con sus títulos “El abuelo que saltó por la ventana y se largó” del periodista Jonas Jonasson, consultor de medios y productor de TV en Suecia, su país, quien ha seguido el camino de la novela, como hace dos décadas lo hizo otro sueco Stieg Larsson, también periodista, con tres novelas y millones de lectores, quien murió el 2004, sin gozar de su gloria.
La narrativa chispeante transcurre, entre hechos reales de líderes políticos y una anecdótica-imaginaria de tipo histórico con cobertura de 100 años; esto es, el tiempo de vida del personaje principal Allan Karlson forjado como narrador, quien huye del asilo de ancianos el día en que festejarían ese cumpleaños. Pero no es solo la generosa multitud de más de un millón que ha leído en Suecia, sino la difusión en Italia, Alemania, Francia y España de otra cifra igual y en cuatro idiomas.
El estrenado estilo de distribuir el pensamiento sin capítulos titulados, sino de nombres de días con fechas y año o de solamente un año o de un período como 1905-1929, ha eliminado el sumario que tienen los libros o novelas, así como la secuencia narrativa, abriendo en el lector la curiosidad, y atándole a una lectura sin desmayo, a la vez que el fluir de nombres nuevos en cualquier escenario alrededor de decenas de países de cualquier continente, y de tierra firme o de islas grandes o pequeñas.
Por eso, siendo sueco el personaje, dedica su vida al área de explosivos en homenaje de Alfred Nobel, inventor de la dinamita y fundador de esos premios. El protagonista, Karlson, encuentra placer desde los 15 años, en su trabajo con nitroglicerina. Disfruta de la vida, sin ubicarse en ideologías políticas y creencias religiosas. En su centenaria vida, pasan: Lenin, Stalin, Hitler, Mao, Kim, Franco, Churchill, Roosevelt, Truman.
Cuando abre episodios y alguien quiere adoctrinar o hablar de religión, él advierte que sería mejor no entrar a esos campos, para dedicarse a hechos concretos de trascendencia; pero al necesitar compañía para un viaje a pies y en camellos entre China e Irán, encuentra jóvenes iraníes que habían concluido cursos subversivos, que le dijeron: “Somos marxistas, lucharemos en nombre del obrero internacional, aboliremos el sistema capitalista, construiremos una sociedad basada en la igualdad económica y social, de cada cual según su capacidad y a cada cual según sus necesidades…”. Al llegar a la frontera con libros, folletos e insignias fueron fusilados.
Allan también dialoga en 1942 con Stalin, quien pide que su sabiduría nuclear permita producir la bomba atómica con el ruso Flerov, y al negarse fue recluido en Siberia por más de cinco años. Al escapar hacia Corea pide a Mao que le deje en Bali-Indonesia porque estaba de comunismo hasta las narices, y allí “podré tomar aguardiente sin que tenga que oír un discurso político”. He ahí el pensamiento de un gran escritor apolítico.