La noche española

Un personaje de Vargas Llosa preguntaba en qué momento se había jodido el Perú. Ahora, no pocos españoles se preguntan en qué momento se jodió España y les parece demasiado simple remitirse a la burbuja de la construcción que estalló en el 2008 y que los tiene otra vez en el hoyo. Tampoco encuentran toda la respuesta en la espantosa guerra civil cuyo epílogo fueron los 36 años de la dictadura de Franco, respaldada por la iglesia católica. Aunque allí se puso en juego lo mejor y lo peor de España, algunos, como Manuel Vicent, se enfocan en el derrumbe militar y moral de 1898, cuando perdieron Cuba, Puerto Rico, las Filipinas…

Por nuestro lado podemos retroceder hasta el desembarco de los conquistadores en las costas del incario. Desde entonces, casi por regla general, cuando a ellos les va mal, a nosotros nos va bien. Y viceversa. Así, mientras los chapetones erigían ese imperio donde no se ponía el sol, nosotros nos hundíamos en la sombra de la explotación colonial. Y la Independencia no se habría dado como y cuando se dio si España no hubiera estado invadida en buena parte por las tropas napoleónicas. Aunque todo depende de dónde se mire: algunos españoles consideran a Felipe VII como su peor monarca por haber perdido las grandes colonias americanas. Luego, mientras la Corona era derrotada en Cuba, acá vivíamos con euforia la revolución de Alfaro, tan hijo de español como García Moreno.

Arriba y abajo. Noche y día, la historia va reflejando los ciclos de la política y la economía. Una vez más, cuando Ecuador se hundía por chanchullos internos en la crisis financiera de 1999, España vivía el auge de la construcción, de suerte que cientos de miles de compatriotas marcharon allá a levantar paredes y cosechar viñedos. Otra vez ha girado la rueda de la fortuna. Ecuador experimenta un segundo boom petrolero y los migrantes retornan, desvalidos en su mayoría, de la aventura española. Parten también de allá miles de jóvenes profesionales españoles que arriban a Brasil, Argentina y otros lados en busca de trabajo. Quién iba a pensar diez años atrás que la generación más preparada de la historia española tendría que emigrar, obligada, como habían partido a Francia y Alemania sus abuelos rurales a trabajar de obreros, domésticas y conserjes de los edificios chic de París.

O como emigraron millón y pico de sus tatarabuelos vascos y gallegos a la Argentina, desde finales del siglo XIX, “a hacer la América”, sin contar a los republicanos que debieron escapar tras la derrota de 1939. Pero cuando la dictadura de Videla avasalló Argentina miles de jóvenes rebeldes huyeron en busca de refugio a España. Ahora vuelven los españoles. Ida y vuelta, espejo invertido, la próxima vez que a España le vaya bien ¿habrá que ponerse a temblar?

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