Sea cual fuese el resultado final de la votación popular, la lucha política se desarrolla entre seres humanos, dotados de virtudes pero también de pasiones, entre las que tienen relevancia la pasión colérica, la pasión del odio, la pasión de la venganza; y la, larga pero final, pasión del resentimiento. Aprendimos en la Universidad Central, del Ecuador Facultad de Jurisprudencia, materia, Psicología Jurídica, lo que sigue.
El odio no es sino la cólera en conserva. Así como la cólera impulsa a la agresión destructiva directa, el odio actúa de un modo más complicado porque tiene componentes afectivos, entre ellos el reconocimiento implícito de algunas cualidades de la persona odiada… la vida del que odia discurre paralelamente a la del odiado, unida a esta por un misterioso lazo. Si por una parte, a veces, el odiador afirma que no quiere saber nada acerca de su rival, de otra le sigue y atisba hasta en sus menores actos, colocándose siempre frente a frente de él, pero sin trasponer la distancia que los separa.
Esta pasión, de presencia amplia, tiene como vecina a la pasión colérica. Por esta última, el odio -en ciertos casos- puede derivar en agresiones físicas de todo género. En el campo político, el triunfo con votación es un triun-fo legal; pero las consultas son temas de política; y, como tales, traen consecuencias de orden político. ¡No confundamos una materia con otra!
No olvidemos la Historia: en el año 1931 fue elegido presidente de la República el señor Neptalí Bonifaz. Masas trabajadoras organizaron, para las elecciones la llamada Compactación Obrera Nacional, que auspició su candidatura. El Presidente Bonifaz fue descalificado por el Congreso y, porque ya sabía lo que iba a suceder, amenazó que si la Legislatura daba ese paso, la sangre subiría hasta el tobillo. “Predicción que tuvo fatal cumplimiento, pues sobrevino la Guerra de los Cuatro Días”. (Historia del Ecuador, de Fernando Dobronsky Ojeda y Guillermo Segarra Íñiguez).
Lo cierto es que los guerreros de los dos bandos -civiles y militares- dispararon de lado y lado y, como cifra más que probable, hubo un saldo de 2 000 muertos.
Un signo actual, preocupan-te, es la agresión física al dipu-tado César Montúfar. Los autores de la cobarde agresión –aclaró el Gobierno- no eran funcionarios públicos.
¿Es, acaso, una réplica de los Compactados del año 1932?
¿Tendrá asidero la afirmación de que algunos Compactados, partidarios del presidente Bonifaz, infundían miedo con la frase: “El que ronca, chupa; y el que saca la cabeza, muere”. (El verbo ‘roncar’ se aplicaba a quien protestaba contra el Gobierno).
Los dirigentes del Poder y los de la clase política actual deberán medir al milímetro el sentimiento de las personas hoy insatisfechas, con tendencia a cierta agresividad y deseo de imponer criterios aun con la fuerza bruta.