“Uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna”, Constantino Kavafis, poeta griego nacido en Alejandría a fines del siglo XIX, es figura literaria esencial: lo anotan sus críticos, lo experimentamos sus lectores; entre otras piezas maestras, ‘Teodoto’ es reclamo por compartir con ustedes. Aspiro a que coincidamos en lo esencial de su interpretación: “Si eres de los realmente elegidos, / cuida cómo consigues tu poder. / Por glorificado que seas, por más que tus hazañas / en Italia y en Tesalia / las proclamen las ciudades, / por más que te hayan acordado votos / honoríficos / en Roma tus admiradores, / ni tu triunfo ni tu alegría han de durar, / ni hombre superior -verdaderamente superior- habrás de sentirte, / cuando, en Alejandría, Teodoto te ofrezca, / en bandeja ensangrentada, / la cabeza del desdichado Pompeyo. // Y no te tranquilices pensando que en tu vida / limitada, regular y prosaica, / no se produzcan tales terribles y espectaculares cosas. // Quizás a esta misma hora en una bien gobernada casa / de algún vecino tuyo penetra -invisible, inmaterial – / Teodoto, / trayendo una cabeza tan horrenda”.
El texto se basa, según sus intérpretes, en un ‘incidente trágico referido a Julio César y expuesto por Plutarco en sus “Vidas paralelas”… Kavafis, apasionado de la historia, rememora en su poesía éxitos y fracasos, personajes y sueños de antiguos imperios; al basarse en este incidente fatal, quiere abarcar los límites del éxito, del reconocimiento y de la tan asediada grandeza, (¡ah, la ‘grandeza’ material del ‘tener’ sobre el ‘ser’, que anhelamos como si no cumpliéramos en nuestra vida un destino terminal irreversible!); se refiere, en los últimos versos, a la posibilidad de tan atroz experiencia, nada extraña en el mundo violento de hoy abrumado de embestidas mortíferas aun en momentos de insustituible sencillez y celebración vital, y lo expresa proféticamente: “Y no te tranquilices pensando que en tu vida / limitada, regular y prosaica, / no se produzcan tales terribles y espectaculares cosas”; nuestro existir, incluso consciente de su cotidianidad e intrascendencia y alejado de toda lección, es penetrado a diario por el dolor y la injusticia de los cuales nadie vive exento… ¿Poema excesivo, anacrónico? No: poema tristemente certero. La actualidad de su mensaje nos exime de confirmación.
El poeta considera la lección común, negada vanamente en nuestra rutina, de que todo termina, nada permanece, la gloria es efímera y vivimos amenazados: toda demasía, como todo descuido u olvido llevan a la transformación negativa de nuestra realidad, a su degradación.
Quise en esta lectura considerar la lección vital que en trance de ensalzamiento o de humillación ha de devolvernos a la verdad del discreto y sabio polvo de la tierra: nunca demasiado lejos; jamás, demasiado tarde.