Pues sí, regresó el fútbol. De manera atenta, los amigos entrañables me evitarán o simplemente irán postergando nuestras citas hasta que termine el Mundial. Ya me la sé. Quien no me conozca me invitará “a ver” algún juego; iré porque me interesan los tequilas y la compañía, pero se habrán echado un alacrán en la entrepierna -que los llevará a no volverme a invitar, les advierto-: por alguna razón, tres datos me son suficientes para adivinar marcadores; si me presionan no sé la respuesta; pero si la saco espontánea, atinaré. Ese don de la adivinación, esa sabiduría chatarra me vuelve intolerable. Me burlo; derroto la esperanza de los que tienen favoritos. Y como pongo atención en la selección nacional, gano de todas, todas. Obvio (y sí, lo lamento): lo hago solo con mis amigos. Hacerlo con otros sería convocar a un linchamiento: el mío.
Una de las cosas que me tranquiliza en esta ocasión es que el Mundial será en las mañanas y mediodías, tiempo de México. Muchos deberán verlo en sus casas y allí empezarán la fiesta. Yo los cazaré (en mis días de descanso) en los bares a los que llegarán, necesariamente, a las 12:00 horas o poquito más tarde, con ganas de discutir goles y desempeños; con ganas de llorar como quinceañera en su noche o como graduados de primaria. Me gusta escucharles -la mayoría se habría vuelto archimillonario en el mercado financiero si le metieran esa pasión- para después usar los datos en su contra. No quiero mentirle a nadie. Así soy. No es odio al fútbol: es que no me interesa el fútbol y me resisto, cuando vuelven los mundiales, a quedar fuera de la jugada.
(Ya he escrito sobre mi rechazo a la Selección nacional. Yo, como millones de mexicanos más, no he prestado mi parte de Bandera para que la exploten las televisoras, la industria de la chatarra y las cervecerías. Ese equipo, bueno o malo, no me representa. No requiere de más explicación).
Pero el tema es otro. Es que el Mundial está aquí, a unos días. He escuchado que algunos de mis amigos hacen planes detallados para ver los juegos juntos en sus salas enormes, frente a sus teles de plasma, con carnes y mariscos marinados (que chillarán sobre asadores al rojo vivo) y con cervezas muertas de frío que harán un coro al abrirse espumeantes durante los medios tiempos. Muchos medios tiempos. Grandes planes. Regresó el fútbol. Qué le vamos a hacer.
Bueno, pero, ¿qué haré? Tengo asador; convocar no se me dificulta; estoy soltero, mis perros aceptan visitas y después de un cebito de res hasta se dejan acariciar. Hay cervezas en la refri y puedo comprar más. Habrá tomate y lechuga, y jalapeños para asar. Unas tortillas de harina, otras de maíz. Me sobra un Herradura blanco y tengo un vodka congelado. ¿Qué haré?
Por lo pronto, que disfruten su Mundial de fútbol.