Nuevamente comenzó el calvario de los padres de familia en busca de cupo para sus hijos. Otra vez los establecimientos, los rectores y directores haciendo piruetas para seleccionar a los estudiantes que ingresarán. Una vez más, las autoridades ministeriales buscando salidas para la gran demanda de matrícula generada probablemente por el derrumbe de algunas barreras económicas que impedían a los padres enviar a sus hijos a la escuela.
Toda esta angustia se incrementa al chocar entre sí varios fenómenos: más niños, niñas y adolescentes quieren estudiar; faltan colegios; más padres deseosos de calidad educativa; establecimientos “prestigiosos” preservando la “calidad” a través de mecanismos discriminadores y tradicionales.
El hecho es que cada vez en el centro del conflicto está la calidad. La creciente demanda por una mejor educación confronta con una oferta insuficiente, incrementando la frustración de muchos padres y niños que se quedan sin escuela o que tienen que conformarse con una percibida como mediocre. Aparecen en el escenario la discriminación y la exclusión, en medio de la desobediencia a las disposiciones ministeriales de varias entidades educativas.
Un reciente instructivo del Ministerio señala que: “Ninguna niña, niño o adolescente será discriminado por condiciones de enfermedad, problemas de aprendizaje, de VIH/sida, migración, raza, religión, desplazados, trabajo infantil o discapacidad’”, sin embargo de lo cual algunas instituciones “prestigiosas” de la capital y de provincias, en franca contradicción con dicho señalamiento establecen procedimientos en busca de los “mejores”. Así, una de Riobamba, construye un operativo de selección mediante fuertes pruebas académicas (matemáticas, lenguaje, estudios sociales, ciencias naturales) y sicológicas (inteligencia y aptitudes), luego de las cuales, si el estudiante no tiene un promedio alto, llega un reporte a sus padres diciéndoles: “Los resultados del proceso son definitivos. Por favor no insista”. Y, con este papel en la mano, con la moral y la autoestima en el piso, pues a buscar una escuela para “malos ” estudiantes.
Con semejante práctica y concepción de educación se pulverizan los mandatos universales y constitucionales del derecho de todos a la educación. Quedan archivados los modernos conceptos de inclusión, formación integral, inteligencias múltiples, etc.
El presidente Correa instruyó a la ministra de Educación para que sancione a las autoridades educativas que exijan la presentación de cédula o partida de nacimiento al momento de la inscripción, pero como se ve hay problemas mayores: ilegalidades, exclusión, tradicionalismo.
La salida es universalizar la educación de calidad, pero eso lo veremos en lustros, hasta tanto, hay que frenar la discriminación.