Después de mantener el suspenso durante varias semanas, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, deshojó finalmente la margarita y en una carta al presidente Juan Manuel Santos declaró con toda solemnidad que no irá a la Cumbre de las Américas de Cartagena ni a ninguna otra que se celebre mientras él sea presidente de su país. De modo que ya el mundo sabe que no puede contar con sus luces. No quiere cumbres, está fatigado, ha asistido a todas y se siente defraudado. Para que Correa retorne a escena, primero se deberán “tomar las decisiones que la Patria Grande nos exige”.
Nunca la retórica había volado más alto. Como si hubiera subido al Chimborazo. No se sabe cuál es la “Patria Grande”, ni quiénes la integran, pero en todo caso sus exigencias serán prioritarias para contar con él. En otras palabras, Rafael Correa castiga al hemisferio.
Tomó la decisión “después de haber reflexionado detenidamente”. Sin embargo, no parece ser una resolución pensada. Todo lo contrario. Lo más probable es que el Presidente malinterpreta los intereses de Ecuador como país y como Estado, para imponer una posición personal que trasluce una gran vanidad y muy poca, poquísima reflexión.
No pocos trataron de persuadirlo y el Presidente de Colombia, anfitrión de la cumbre, e interesado en que asistieran los 34 jefes de Estado o de Gobierno, con toda la paciencia del mundo, esperó hasta el final la decisión. Lo cierto es que Correa pretende evadir todo debate, sus políticas van en sentido contrario al interés general de la región. En su país ha impuesto un estilo de gobierno poco compatible con un sistema democrático. Va camino de la autocracia.
Dos semanas atrás, la capital ecuatoriana vio llegar de todos los puntos cardinales de su geografía una manifestación masiva de ciudadanos, indígenas, trabajadores, estudiantes, que aspiraban a ser oídos porque discrepan de las grandes concesiones que Correa le ha otorgado a China para que explote a cielo abierto las minas del país.
En vez de oírlos, armó una contramanifestación, y micrófono en mano, ensayó una vez más sus alardes de Júpiter tonante. Mantiene una guerra a muerte contra la prensa independiente, mientras va echando las redes de la reelección presidencial que la Constitución le prohíbe.
Veamos cuáles son las razones que ha esgrimido el Presidente ecuatoriano para no asistir a la reunión. Primero, que el Gobierno de Cuba no ha sido invitado. Segundo, que no se debatirá el problema de las Malvinas. Dos asuntos, en una palabra, que no tienen solución en la cumbre y que no dependen de la cumbre.
Correa se abroga la representación de Cuba y pretende ser más papista que el papa.