Niemeyer, el poeta del concreto

Es imposible que Brasilia, la capital de Brasil, no genere diversas reacciones en quienes la visitan por primera vez. La diseñó Oscar Niemeyer, uno de los arquitectos de mayor fama mundial quien falleció la semana pasada en su natal Río de Janeiro, pocos días antes de cumplir 105 años.

Siempre polémico, replicó así a los críticos de esa ciudad monumental y con forma de avión si se la observa desde el aire: “El que vaya a la capital puede gustar o no de los palacios, pero lo que no puede decir es que antes vio algo parecido a esto”.

Decía que lo importante no es la arquitectura, sino la vida. La arquitectura no puede cambiar la vida pero la vida sí puede cambiar la arquitectura. Construyó más de 600 obras monumentales, también en Francia, Italia, Portugal, Argelia e Israel.

Era un hombre de estatura baja, de apariencia frágil, pero con una enorme personalidad, carisma que mantuvo hasta la vejez, y un ateo decidido. Uno de los aspectos sobresalientes de este personaje fue su militancia política, también adoraba el fútbol, incluso llegó a jugar como delantero en el Fluminense.

No necesariamente leía libros técnicos para perfeccionar sus habilidades arquitectónicas, se nutría con la lectura de novelas, poesía, ficción y repetía al filósofo Heidegger, cuando decía: “La razón es enemiga de la imaginación”.

Se declaró un comunista convencido, incluso después de la caída de la Unión Soviética y del muro de Berlín. Era considerado uno de los últimos comunistas dogmáticos de Brasil. Defendía sus ideales pero, a pesar de su evidente sectarismo, era un hombre abierto a todas las opiniones y visiones.

Era frecuentemente llamado el poeta del concreto. Nació en Río de Janeiro (1907), una de las ciudades de mayor contraste social en el mundo. Ese contraste y esas desigualdades lo ligaron a la ideología comunista.

Fue uno de los grandes maestros del movimiento modernista de la arquitectura y considerado el mayor arquitecto del siglo XX en América Latina. En 1988 recibió el premio Pritzker, considerado como el Nobel en la rama de la arquitectura. Los edificios de Niemeyer irradian color. Cuando Niemeyer diseñaba, intentaba buscar las poesías de las formas, tomaba siempre en cuenta los paisajes a su alrededor.

Fue el pionero en el uso del concreto armado y de las innovaciones tecnológicas de la construcción, así como la aplicación de nuevos conceptos como las líneas curvas y el poder simbólico de la arquitectura. Tenía en la sensualidad femenina su fuente de inspiración.

Se convirtió en un revolucionario de la estética dentro de la arquitectura. “La arquitectura que yo hago es la que no acepta reglas, yo prefiero hacer una lógica funcional de todo, pero creando, partiendo de un diseño y de una idea”.