Hace 31 años una revolución popular derrocaba a una de las dictaduras más sangrientas del continente americano: la de Anastasio Somoza.
La dinastía familiar de la oligarquía tropical cobijada en el liberalismo dominó esa nación centroamericana a sangre y fuego. Una corrupción generalizada, opresión y dictadura llevaron al país a una guerra civil y propiciaron la única salida que vieron entonces los nicaraguenses de bien.
Una entente de demócratas y revolucionarios, las distintas facciones de la izquierda y respetados intelectuales se sumaron a las banderas de la lucha armada que encabezó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que, evocando la imagen del ilustre Augusto César Sandino, se lanzó a la guerra de guerrillas contra la tiranía somocista.
El triunfo por la vía de las armas llegó un 19 de julio de 1979 . “ Los muchachos” bajaron de la montaña -como 20 años atrás desde la Sierra Maestra en Cuba- y desalojaron del poder al usurpador y su feroz Guardia Nacional.
Conformaron una junta de Gobierno, plural, en principio, cuyos miembros fueron desencantándose ante el giro radical que tomaba el Frente y la revolución. Una aguerrida lucha contrarrevolucionaria alentada con plata y armas desde Estados Unidos continuó el desangre fratricida.
Hubo elecciones en 1984 y las ganó limpiamente el Frente. Pero poco a poco la concentración de poder y el abuso de los nuevos gobernantes fue desobligando a los revolucionarios serios, que se fueron apartando de la nueva casta que, vestida de verde oliva, dominaba Nicaragua.
Eran los tiempos de la Guerra Fría. Cuba y la URSS apoyaron con dinero y armamento la causa sandinista y sostuvieron el ensayo de revolución. Pero el desgaste político hizo que se vuelva la tortilla y una antigua colaboradora del pentavirato inicial, Violeta Barrios,ganó las elecciones. Luego vino el derechista Alemán, también salpicado de denuncias de corrupción y la vuelta al poder por las urnas en dos ocasiones de Daniel Ortega, el ex guerrillero.
La semana pasada, en una agresiva puesta en escena, las turbas gobiernistas agredieron a la oposición. Resulta que ahora Daniel busca la reelección desde el poder. Pero primero prolongó el período de ciertos funcionarios de alto rango cuya elección corresponde a la Asamblea Nacional de acuerdo con la Constitución nicaraguense. La oposición le acusa de querer perpetrarlos en los cargos para facilitar su reelección.
Por lo visto esto del poder es una droga que no se resignan a dejar ni demócratas, ni revolucionarios, ni derechistas, ni izquierdistas manteniéndose, a veces, a costa de la legalidad y la democracia.
Hoy en Nicaragua, como ayer en Honduras y anteayer en Ecuador, la institucionalidad se puso en riesgo. Los gobernantes autoritarios buscan ser reelegidos, no importa el precio.