A pesar de todo el fervor con el que nos aboquen a caer en esa falsa dicotomía a quienes mantenemos una actitud crítica frente al Gobierno. Entusiastas y avivadores de esta falsa pugna política existen en todos los lados del espectro. Correístas, disidentes y oposición, todos en algún momento han ansiado erigir a Jaime Nebot como el opositor por antonomasia del Presidente. En algunos de los casos -de los gobiernistas-, les sirve para retratar los “males” del pasado, y para opositores es el único con un músculo electoral capaz de hacerle sombra a la revolución ciudadana. Pero en realidad, el ex abrupto de la semana pasada nos ha servido para refrescar en nuestra memoria cuán parecidos son estos dos personajes y cómo es intrínsecamente imposible que Jaime Nebot llegue a ser -si es que algún día quisiera- ser verdadero opositor al Gobierno.
Ambos comparten algunos rasgos de personalidad y una visión particular sobre la democracia, al punto de que Rafael Correa, con sonrisa de Monalisa, llegó a afirmar la semana pasada, que probablemente él habría reaccionado de exactamente la misma forma que Nebot, frente a ese mismo reclamo.
Pero la semejanza va mucho más allá de la anécdota y es sintomática de las propias percepciones. Está claro que tanto para el Presidente, como para el Alcalde de Guayaquil, no son ellos quienes se someten a la institucionalidad, sino que es esta segunda la que se somete a los designios de su personalidad autoritaria y fuerte. Matices más, matices menos, ambos provienen de una matriz ideológica conservadora -aunque Nebot sea liberal en lo económico-, lo que sumado a sus férreos liderazgos, los ha vuelto a ambos personas intolerantes a la crítica externa. Muy proclives a los ex abruptos y los golpes sobre la mesa, ambos imponen sus agendas.
Para estos dos líderes, no hace falta mucha oposición exógena, pues los dos encuentran en el reflejo del espejo a su mejor opositor. Incapaces de controlar a su propia lengua, en ambos casos los dos han ido por la vida, excediendo el espectro de su propia autoridad y luego con certeza, cargando una buena dosis de arrepentimiento frente a la desproporción de sus acciones. Ambos han hecho gala de una gran dosis de prepotencia, arrogancia e irrespeto a sus adversarios. No sería tan aventurado afirmar, que fundamentos tan importantes de una democracia como la justicia, son para ambos, meros instrumentos para avanzar sus propias agendas. Nebot no ha hecho más que defender los intereses de su cantón y sus rentas.
¿Creen Correa y Nebot realmente en la democracia? Me temo que no. Ninguno es alternativa si pensamos en un liderazgo contemporáneo capaz de hacer el Ecuador un país vigorosamente democrático.