The New York Times anuncia en primera página que en el año previo el 50,4% de los niños nacidos en EE.UU. fueron no blancos. De este porcentaje: 26 eran hispanos, 15 negros y cuatro asiáticos.
¿Por qué en primera página? Pura neurosis étnica. Ese tipo de información causa ansiedad entre “los blancos”. Temen perder el control de la nación. Convertirse en una minoría.
El primer disparate es la clasificación. A los hispanos se les ordena por la lengua que hablan. A los negros, evidentemente, por la raza. A los asiáticos, por la geografía, sean chinos o hindúes.
El segundo disparate es moral e ideológico. No existe en la Constitución de Estados Unidos ni en los 85 ensayos de El Federalista (donde Madison, Hamilton y Jay explicaron el documento), alusión a nada que no fueran las reglas y las instituciones por las que la nueva República se regiría. La originalidad y la grandeza de EE.UU. estuvo en eso: los padres fundadores inventaron el patriotismo constitucional. Un buen americano era aquel que se colocaba bajo la autoridad de la ley. No obstante, es legítimo examinar, como hizo Sam Huntington en El reto hispano, la relación que pudiera existir entre etnia y desarrollo. Si una sociedad es producto del trabajo y la cosmovisión de la corriente central o ‘mainstream’ que le da forma y sentido ¿no es acertado pensar que una masa étnica en la que predominan valores culturales diferentes puede modificar sustancialmente el resultado de esa sociedad? Es decir, si EE.UU. se llena de turcos o de chinos la nación acabará comportándose como Turquía o China.
Depende. Más importante que la raza o la cultura son las reglas imperantes. Los hindúes, que en India no lograban prosperar, son el grupo minoritario más exitoso y educado de Estados Unidos. Funcionan estupendamente dentro de las reglas norteamericanas. Hay otros ejemplos: griegos, libaneses, barbadenses, iraníes y toda una larga lista.
Lo que está ocurriendo en Estados Unidos es un fenómeno planetario más visible en las democracias abiertas que en Estados totalitarios: vamos hacia un saludable mestizaje. Lo importante no es mantener la pureza étnica, sino preservar los rasgos culturales que permiten que las sociedades sean razonablemente prósperas y felices.
Estados Unidos se convirtió en primera potencia por sus instituciones, su estructura de valores, por su capacidad para innovar, y por su sistema educativo. Todos esos factores combinados generaron un formidable aparato productivo. Lo que hay que hacer es potenciar la integración de los inmigrantes en el modo norteamericano de hacer las cosas. Eventualmente, desaparecerá la neurosis étnica.