No es menos cierto que en cualquier país existen problemas de escasez de recursos temporales, problemas de liquidez, necesidades de financiamiento temporal o de largo plazo y otras más, que muchas de las veces ocurren por impactos económicos externos, fuera del control de estos países.
Escuchamos a economistas, políticos, analistas y gobiernos de turno hablar sobre el capitalismo, neoliberalismo, la izquierda solidaria, el socialismo, entre otros menos importantes, incorporando estos conceptos en la economía como medio y, a veces como un fin, para obtener el deseado desarrollo.
Nos encontramos, nuevamente, definiendo cómo solventar una importante escasez de ingresos por la baja del precio del petróleo. Las posibilidades que se barajan son más impuestos, más deuda externa e interna, menos gasto público expresado en recorte de presupuesto y menos inversión; es decir, la misma receta de siempre, a pesar de haber aplicado todos estos esquemas económico-políticos. Pero ahora con una situación más inflexible, con menos grados de libertad, por la mayor demanda de recursos económicos para gasto corriente y proyectos de inversión iniciados que sufrirán de un retraso o suspensión definitiva, en caso de no obtener estos recursos.
¿Qué pasó esta vez? En realidad, lo mismo de siempre: un problema económico por la baja del precio del bien que ha soportado la economía por más de cuatro décadas. ¿Y la receta para resolverlo? La misma de siempre: buscar en los impuestos , deuda externa y reducción del gasto e inversión la solución al problema.
La dependencia del petróleo sigue obstruyendo lo que el Ecuador tiene que hacer, desviando la gestión pública y privada una vez más a un escenario de corto plazo sin una solución definitiva. El futuro económico del país está en resolver el real problema, la dependencia de un recurso natural que ha ocupado la prioridad económica y que ha comprometido un crecimiento integral y distribuido, obstruyendo la gestión pública y privada.
Hay que enfocar los esfuerzos en una diversa generación de ingresos, desarrollando la industrialización de la agricultura, recursos marítimos y forestales para ubicarlos en los mercados mundiales. Y motivar una educación que acompañe estas industrias y servicios profesionales exportables, para generar las plazas de trabajo que permitan un desarrollo a largo plazo y donde los jóvenes tengan oportunidades de empleo reales en el sector privado.
Mientras el país no entienda y asuma que el petróleo ha sido, es y será un problema, no podrá realmente pasar a un modelo de industrialización y exportación profundo que permita tener una plataforma diversa de ingresos y continuar con el desarrollo del país, generando oportunidades para los más necesitados.
El debate en la actualidad debería estar concentrado en buscar este camino, con una convicción real de lo que el país tiene por delante. ¿Será que podemos arrancar un nuevo rumbo?