¿No más consultas?

Parece una consigna. Claro, los tiempos han cambiado. La vorágine triunfalista que se instaló allá por el lejano 2007 hoy no funciona.

La dinámica de articulación de la economía con la legitimidad exhibida cuando se ofreció al país una revolución que cambie el estado de cosas de un modelo agotado, ya no es la misma.

Entonces, se vendió bien la novedad. El país se tragó como rueda de molino la increíble historia del cierre del Congreso a cargo de un Tribunal Supremo Electoral que operó con el brazo policial y de activistas, que hoy cayeron en desgracia, para impedir que los diputados entren al recinto donde funcionaba el Parlamento.

El mundo miraba silencioso, los demócratas ecuatorianos reclamaron, unos en voz baja, otros callaron, otros fueron cómplices del atropello. A nombre de los cambios propuestos se barrió con el estado de Derecho de modo inmisericorde. Parecía que todo tenía justificación en pro de los tiempos de cambio y revolución.

En esa lógica, las consultas populares, muchas veces sustentadas por las voces del tumulto, más allá de legalismos, triunfaban sonoramente y pasaban por encima de lo escrito y establecido.

El Gobierno ganó una y otra consulta. Ganó aquella que buscaba la Constituyente, se hizo de mayoría con los votos de una multitud y escribió una Constitución como un traje a la medida del autoritarismo presidencialista que se alentaba.

Cuando los aliados estorbaban se les presionaba hasta que den ‘el paso al costado’. Se cambiaron asesores para controlar desde Carondelet los textos que se reescribían en tinieblas.

Luego vino el voto para ratificar la Constitución de Montecristi. Nueva victoria. Elecciones presidenciales adelantadas y forzadas. Nadie chistó. Segunda elección de Rafael Correa, ya con cancha libre, en 2009. Consulta popular en 2011 y última reelección, la tercera consecutiva, en 2013.

Pero la derrota parcial del 23 de febrero de 2014 dibujó otro tablero con nuevos actores. Un tablero con una fuerza nacional de Alianza País y una oposición dispersa pero que copaba capitales y plazas antes vedadas cuando eran territorio verde flex.

Llegó el final de 2014 con el campanazo del precio del petróleo a la baja. Llegó el 2015 con el recorte presupuestario de un instrumento de Gobierno como el Presupuesto General del Estado que había crecido sin medida desde 2007 (USD 8 600 millones hasta los USD 36 000 millones planeados a fines de 2015).

La economía ya no sostiene la máquina siempre angurrienta de un gasto creciente para alimentar y sostener el clientelismo.

Entonces, las consultas populares como instrumento de victoria y de fomento al fervor popular ya no son funcionales al poder. Allí quedó la de los Yasunidos, arrasada por los legalismos; allí se archivó la de Compromiso Ecuador, que ahora hace otro nuevo intento para impedir la reelección indefinida.

¿El Consejo Electoral tendrá el coraje de aceptar alguna o se lo verá, de nuevo, como parte del poder total que sume al país?

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