Navidad puede ser un martirio

Navidad es una fiesta que alegra a muchos, da ilusiones. Sin embargo, muchos se escapan de esos festejos. Los que están en la revuelta familiar o de la religión y lo comercial; también los sofocados por el atosigante ritmo de compras, festejos y obligaciones que conllevan, con el tráfico y la inseguridad, por añadidura.

La alegría que debería ser para infantes y familias bien puede ser también, un peso difícil a vivir. La publicidad vende un paraíso a adquirir con productos inaccesibles para la gran mayoría que vive la angustia de no poder tenerlos. Otras se desgañitan con el endeudamiento. Otras sufren del presupuesto reducido ante tanto regalo que deben hacer a hijos, hermanos, padres, a tanto pariente, acaso a la persona con quien trabaja o a la que trabaja en casa, a los hijos de esta, al señor amable de la esquina, al portero de la escuela, a profesores, sacerdote, enfermera, partera, policía, y vaya a saber a quien más.

La escuela pierde un tiempo increíble en ferias y otras actividades o pide a los padres el dinero de los agasajos. Además, la mayoría se angustia de no “festejar” las navidades bien, al no tener como ni comer lo que dicen debe ser la buena navidad con la imitación a Norte América del pavo.

Las ilusiones inalcanzables ceden para tener migajas del sistema. “Al menos eso” dicen las buenas mentes que dan un simbólico regalo al que no tiene. Se alimenta así un rencor social, una diferencia de clase que entra por los ojos y oídos y queda marcada de por vida.

Así, por varias razones la navidad no es todo fiesta, es también un martirio para muchos. Muchas madres durante meses sufren ante lo que saben que, con palabras o no, sus hijos pedirán y no tendrán lo que se piensa deberían tener. Pero es ante todo el mundo del desperdicio. Cuanta gente, se angustia por tanto regalo a hacer, recorre almacenes o ferias comprando objetos que poco o nada servirán pero que le sacan del paso para hacer los regalos, a lo mejor objetos hechos para brillar un ratito. Cuantas toneladas de plástico queda de todo eso, empezando por esos juguetes que aburren al niño luego del primer día. Esta lógica del regalo mercantil lleva al desperdicio institucionalizado.

Perdón que vuelva a un tema abordado hace años, pero es salud social disociar este mundo de los regalos de estas fiestas ante todo comerciales para crear un día festivo, nacional, que sea identidad ecuatoriana del “intercambio con el otro”, con algo que es ante todo creación propia (en cualquier arte; audio visual, pintura, música, confección, gastronomía ..) linda y simple, hecha para el otro. Algo que cimente afecto y presencia, integración, pertenencia, que permita divertirse en el acto y su preparación, que convoque a una mesa con lo propio pero excepcional para la fiesta, que cada cual muestre su mejor atuendo y se sienta festejado y festejante.

jleon@elcomercio.org

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