De nuevo han vuelto a sonar las alarmas, como cada tanto desde hace años. Y ya han salido también los críticos y los escépticos a decir que no, que tranquilos, que otra vez es una exageración y un juego alarmista que el tiempo habrá de refutar. Como si no fuera el tiempo mismo el que hace ondular ese péndulo de un lado para el otro –fu, fu, fu–, mientras todos lo vemos de aquí para allá sin saber muy bien a quién creerle ni por qué.
Pero esta vez parece que sí es en serio, y un estudio publicado por Patrick Gerland en la revista Science ha vuelto a prender las alarmas sobre el crecimiento de la población mundial y sobre los efectos que podría tener para este desdichado planeta un aumento desmedido de quienes lo pueblan y lo usan y lo consumen, y luego lo botan al río. El profesor Gerland está vinculado al Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, así que lo que diga tiene un innegable peso político, como si la suya fuera una voz oficial y oracular. Y lo que ha hecho ahora en su artículo, junto con varios colegas, es aplicar un método mucho más riguroso, según él, para calcular y proyectar el crecimiento futuro de la población mundial, y ha llegado a varias conclusiones inquietantes.
La más importante de las cuales es que, al contrario de lo que dijeron en las dos últimas décadas muchos optimistas –o muchos pesimistas: cada cual busque su asiento–, la población del mundo va a seguir creciendo a un ritmo mucho mayor que el esperado y previsto, y para el año 2100 habrá en este planeta entre 10 000 y 12 000 millones de personas. Es decir, demasiadas. Para el año 2050 seremos poco más de 9 000 millones de pasajeros al que no le va a caber un solo alfiler más, ni colado.
Se trata de un viejo debate que tuvo uno de sus momentos de mayor intensidad cuando en 1972 el llamado Club de Roma publicó su célebre y polémico informe ‘Los límites del crecimiento’, y desde entonces, y desde antes, el péndulo oscila entre quienes auguran un futuro aterrador y caótico para nuestro planeta con el válido temor de que al final tanto escándalo acabe en medidas represivas y totalitarias peores aun que la sobrepoblación.
Piense uno en lo que piense, desde el nazismo hasta el fútbol, desde el rock hasta la revolución tecnológica, desde la bomba atómica hasta las redes sociales, lo que hay detrás es demasiada gente en el mundo.
Tengo aquí conmigo, abierto, un almanaque mundial de 1904. No sé qué tan bueno sea, pero dice que la población de la Tierra era entonces de 1 80 millones de personas: algo más, pero no demasiado, que lo que hoy tiene solo China. En un siglo largo nos quintuplicamos.
Decía José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas: “Las ciudades están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Los paseos, llenos de transeúntes. Las salas de los médicos famosos, llenas de enfermos…”.Lo dijo con horror en 1929.
Juan Esteban Constaín / El Tiempo, Colombia, GDA