El cierre del año pasado y el inicio del actual llevan impresa la huella de cambios muy significativos y enormes incertidumbres, aunque también registran algunos avances notables y grandes oportunidades tanto a nivel global como para América Latina y el Caribe.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos (ODS), aprobados en septiembre de 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, representan una importante hoja de ruta hacia la construcción de un nuevo y ambicioso consenso de la comunidad internacional en torno a la necesidad de mayor cooperación para corregir asimetrías y sentar las bases de un sistema multilateral abierto, sostenible y estable.
La Agenda 2030, civilizatoria, universal e indivisible, pone en el centro la dignidad e igualdad de las personas y por lo tanto requiere la más amplia participación de todos los actores, incluyendo los Estados, la sociedad civil y el sector privado. El actual contexto, marcado por el debilitamiento del multilateralismo, el retorno del proteccionismo y el ascenso de movimientos políticos extremistas, merma los avances de dicho consenso global, presenta un grave desafío para la economía mundial y pone en riesgo el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En la región enfrentamos un escenario complejo de menor crecimiento económico, con avances notables como el proceso de paz en Colombia, y grandes incertidumbres en el futuro político y económico de la región, en un año de elecciones y antesala de comicios.
La coyuntura económica desfavorable y los bajos niveles de inversión que impactan en la productividad y limitan el cambio estructural necesario para avanzar hacia un nuevo estilo de desarrollo amenazan los logros sociales alcanzados por los países de nuestra región en las últimas décadas, en particular la reducción de la pobreza y de la desigualdad. Esto es preocupante ya que hoy en día la pobreza aún afecta a 175 millones de latinoamericanos y caribeños, 75 millones de los cuales encaran cotidianamente la indigencia. Por ello resulta apremiante que la agenda civilizatoria para la igualdad que entraña la Agenda 2030 tenga identidad y domicilio en América Latina y el Caribe. Que desde nuestra historia y condiciones, desde nuestra rica diversidad y esperanzas compartidas le demos rostro nuestro, instituciones nuestras, le imprimamos las urgencias que nuestra realidad reclama.
La CEPAL ha enfatizado que no solo en lo social se juega lo social, que el manejo macroeconómico y las políticas industriales, de innovación y tecnológicas son cruciales para resolver los problemas sociales. Tampoco la productividad y el cambio estructural se juegan solo en lo económico. La inversión social aumenta la productividad e influye de modo positivo en todo el sistema, mientras que su falta acarrea costos y pérdidas de ingresos.
Alicia Bárcena
Columnista invitada