Quería permanecer en el poder hasta el año 2030, cuando él cumpliera 76 años de edad y se celebraran los 200 años de la muerte de Simón Bolívar, su supuesta alma gemela. Pero algo salió mal en el camino: Hugo Chávez, el caudillo petrolero de Venezuela, contrajo un cáncer que le carcomió las entrañas. (El rumor es que el Comandante –como le gusta que le llamen– tiene un “leiomiosarcoma de vejiga”, dice Íbsen Martínez, escritor venezolano, en su blog).
El cáncer fue el único elemento que no estuvo en el cálculo de políticos, estrategas y analistas. Todos veían a Hugo Chávez entronizado en el poder hasta que el precio del crudo comenzara a caer (algo que podría tomar décadas).
La aparición inoportuna de células malignas en el organismo del caudillo ha roto ese designio ineluctable que pesaba sobre Venezuela y ahora todos se preguntan ¿qué pasará cuando se confirme oficialmente que Chávez no volverá a presidir su país?
Habrá muchos interesados en tomar el poder porque, según la OPEP, Venezuela tiene todavía una reserva petrolera estimada en 296 000 millones de barriles, un volumen incluso más grande que Arabia Saudita. Las reservas de gas venezolanas también son las más grandes de América Latina.
A pesar de tanta abundancia, la economía de aquel país está erizada de problemas. Moisés Naím, economista y politólogo venezolano, cuenta que el déficit fiscal de Venezuela es cercano al 20 por ciento del PIB; que esa economía tiene una de las inflaciones más altas del mundo y un tipo de cambio sobrevaluado (de ser corregido, ese tipo de cambio dispararía aún más los precios internos); y una deuda 10 veces más grande que en el 2003.
Con este escenario de fondo, quienquiera que permanezca en el poder –ya sea Maduro, Cabello o incluso un Gobierno de transición que convoque a nuevas elecciones– no tendrá más opción que seguir con las políticas asistencialistas de Chávez, aún a sabiendas de que se agravarán los desequilibrios macroeconómicos y a pesar de que esto signifique que el costo del ajuste posterior será más doloroso.
Tras la desaparición de Chávez seguramente vamos a ver una apertura mayor a los capitales extranjeros para paliar algo la cada vez más urgente necesidad que tiene Venezuela por dólares (las importaciones venezolanas se han cuadruplicado desde el 2003, porque el sector productivo local es cada vez más débil).
Un punto clave y políticamente sensible será la privatización total o parcial de Pdvsa, la empresa petrolera que antes era motivo de orgullo venezolano y que ahora es un estropicio administrativo y financiero.
En cualquier caso, lo que sí está claro hasta ahora es que Hugo Chávez ha fallecido: si es que no ha expirado todavía, ya podemos darlo políticamente por muerto.