¿Fin de un modelo?

Que un abuelo nonagenario esté causando las más importantes mo-vilizaciones juveniles de nuestro tiempo sí debería sorprendernos. Durante décadas el mundo ha impuesto el argumento del recambio generacional como un dogma inapelable, pero aplicado desde la edad antes que desde las ideas. La obsolescencia de los adultos es una norma en el campo laboral, donde los conocimientos y las personas son desechados y reempla-zados con tanto vértigo y obsesión como los objetos.

¿Qué ha hecho Stéphan Hessel para conmocionar a las apoltronadas sociedades europeas de inicios de siglo? Pues algo tan simple que cualquier joven lo entiende: reivindicar, desde una historia personal ejemplar, el atávico anhelo de libertad de todo individuo. Su folleto Indignez-vous! es una reflexión sobre obviedades y evidencias que se viven a diario, pero sobre las cuales parece que hubiéramos perdido conciencia. Una de ellas es la progresiva restricción de derechos, sin los cuales la esperanza de libertad es imposible.

El derecho a una información independiente, a la seguridad social, a la libre movilidad, a la autodeterminación de los pueblos o a la territorialidad de las naciones es vulnerado por la codicia del capital financiero global. “El poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente y egoísta” como en este último medio siglo, se indigna Hessel, al constatar que la mayor riqueza producida en el mundo durante la posguerra únicamente ha servido para profundizar las desigualdades económicas a escala planetaria.

Hessel ha alcanzado ese último peldaño de la inteligencia que es la sabiduría. Es decir, la capacidad para discernir los elementos más valiosos en medio de la avalancha de información que nos acosa. Su exposición destila frescura y sencillez, y es tan contundente como el más agudo de los tratados. A sus 93 años no tiene ni apuro ni cálculo, aunque sí mucha nostalgia por lo que se pudiera seguir perdiendo. Su alegato a favor de romper radicalmente con la huida hacia adelante del “siempre más”, tanto en el dominio financiero como en el de la ciencia y la técnica, no constituye una vuelta al pasado, sino una racionalización del futuro. Y es que el crecimiento y la acumulación infinitos no pueden ir separados de la explotación y la depredación ilimitadas.

La protesta española está poniendo en jaque al añejo sistema político occidental. El modelo parece insuficiente para contener la conflictividad social. El trillado recetario maquiavélico de la consecución y manejo del poder a toda costa, encuentra límites terminantes en la insatisfacción de la población y en la dificultad crónica de acercarse a la felicidad humana. En dos años se celebran 500 años de la redacción de El Príncipe. Ya es hora de renovar ideas.

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