El mito de Sejoe

Baquílides, en la antigua Roma escribió una oda refiriéndose a la diosa griega de la Justicia: ¡Si algún dios hubiera estado sosteniendo el nivel de la balanza de Dike!, se refería a la que sostiene «Iustitia», que es su versión latina, simbolizando igualdad de armas para la acusación y la defensa, sostenida mientras tiene sus ojos vendados (imparcialidad) y una espada (fuerza). La oda es un lamento por la injusticia.

Siempre los mitos han descrito a «Iustitia» como divinidad, lo que implica que los emperadores en el poder y los jueces sean sus servidores; pero la realidad política invirtió los roles y en la mitología ecuatoriana el ícono es, ahora, «Sejoe» (divinidad Shuar) que simboliza el poder, investido con toga y espada, sin venda ni balanza. Explicando el mito: justicia es la voluntad del poder descarnado .

El poder, en épocas de tensión, como cuando en una Revolución ciudadana "mete las manos en la justicia", ¿significa el sometimiento de los jueces a consignas, jefes, emociones de grupo?, preguntamos y D. Lessing (+) en 'Las cárceles elegidas' dice que la obediencia, una vez surgida la quiebra de valores en la sociedad, es una conducta que nace "de una especie de atmósfera, del veneno invisible que se difunde por doquier" que nadie ha enseñado a resistir en esas circunstancias, por eso, creíble e inaceptable respuesta es la del juez: "Sólo obedezco instrucciones".

«Sejoe», el dios Shuar, justifica su poder diciendo que cada juez elige ser o no obediente, obligarlo es imposible, es decisión de cada uno; "pero que ese juez al elegir -advierte- tome en consideración que si no hay obediencia caerá en error inexcusable debiendo ser destituido y si se rebela, sentenciando en contra de mis deseos, prevarica debiendo ir a prisión. Su exclusión de la judicatura garantizará la sumisión de todos. Así, resulta obvio que quien niegue la independencia judicial es porque perdió un caso".

Cuenta el mito que hubo que sofocar las ansias de «Sejoe» ofrendándole el sacrificio de inocentes en un ritual judicial, cuya forma fue la predeterminación de los perversos e indefensos como elegidos para el cadalso, poniéndoles un letrero de ser autores de actos extremos como terrorismo, sedición o sicariato. Se unió al insumiso con el terrorismo, pero también valió, en aras de la buena fama del dios, atribuirles a los indefensos todo asesinato insoluto que existía, resultando sicarios quienes sólo eran culpables de estar en la circunstancia nefasta.

Se lamenta el vate: "¡Si algún dios hubiera estado sosteniendo el nivel de la balanza de Iustitia!" y truena el coro de los ardientes: "¡Silencio voz extranjera, ultrajas nuestro mito nacional y soberano: «Sejoe» ha vencido a «Iustitia», arrebató su espada para usarla sin venda ni balanza!".

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