Bolivia aparece como el corazón del mundo andino. Altiplánica, fría, de sólidas culturas indígenas, quichua, guaraní y aymara, olvidamos que más de la mitad de este impresionante país se despliega en las zonas calientes del Beni y de Santa Cruz, región que ha tenido un desarrollo muy distinto al del país que creemos imaginar. Alguna vez hace más de 100 años fue uno de los centros importantes del caucho, con dos auges gomeros entre 1880 y 1912 y otro por 1940. A partir de entonces ha sufrido sendas crisis que han afectado al lugar de manera desigual. Hago referencia al sector de las antiguas misiones jesuíticas de Moxos y Chiquitos a las que se accede desde Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más poblada del país.
Alrededor de una quincena de misiones, nombradas por Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, habitadas por distintos grupos indígenas, muestran la cara preocupante de un patrimonio humano, arquitectónico y paisajístico descuidado por sus gobernantes. A pesar del alto costo de peaje, el acceso a este maravilloso territorio es difícil por el deplorable estado de sus carreteras, la falta de información de cómo llegar sin pagar un dineral, los bloqueos naturales. Fitur prefiere promocionar la región del Titicaca y en ocasiones el salar de Uyuni, uno de los más extensos del mundo; Misiones sigue siendo un mundo aislado que no llega a integrar el circuito ya establecido de las misiones paraguayas, argentinas y brasileras. Aquellas son conocidas, sin embargo, por festivales de música renacentista y barroca que se celebran cada dos años y a los cuales han llegado las mejores orquestas de cámara y cantantes del mundo y un público melómano que recorre las siete misiones anfitrionas. La formación local de músicos, artesanos de madera y textil, y la construcción de instrumentos, legado de los jesuitas, dio un gran impulso al lugar y su relación con el exiguo turismo.
Pero estos festivales suceden cada dos años’ Qué pasa el resto del tiempo cuando en la misión de Concepción, se forman 25 a 30 jóvenes músicos, con solo dos profesores mal pagados y de gran voluntad, que terminado el colegio buscan integrar un centro universitario realizando todo menos las actividades musicales. Por qué no establecer una base impositiva especial para el desarrollo de estas comunidades, privilegios para que las ricas empresas agropecuarias cruceñas las atiendan y cuenten con un verdadero patrimonio de y para la humanidad. Desde el cómodo Hotel Chiquitos, de exquisita comida y que cuenta con una colección privada de orquídeas, me pregunto insistentemente por qué los mandatarios y sus equipos privilegian la vida de aquellos sectores o regiones que les dan votos. Eso, votos.