Carlos Humberto Zambrano Zúñiga
El misionero redentorista Julio Caicedo falleció cuando estaba cerca de cumplir 90 años de edad. Tenía carisma y vocación para ser misionero, pues era sincero, dinámico, de gran talante, amiguero como él solo.
Llegaba a la gente con sus homilías sencillas, a veces que pecaban de ingenuas. En Quito, en la parroquia Perpetuo Socorro, le faltaba tiempo para servir y atender al público; no conocía horarios para entregarse en su actividad pastoral como párroco de la misma en varios períodos; en diversos barrios, cuando solicitaban su presencia como consejero espiritual, confesor, etc. Por esa entrega permanente, recuerdo que hacía más de quince años, sus co-hermanos religiosos -en son de broma- le decían que es párroco del Distrito Metropolitano de Quito. La misma actividad pastoral desempeñó en Guayaquil, Cuenca, Riobamba, Ambato, Loja y Manta, ciudad esta donde murió, el jueves 18 de este diciembre. La iglesia misionera que se entrega a la gente -especialmente a los más pobres y necesitados- a tiempo completo, necesita más y más sacerdotes como el recordado y apreciado padre Julio. Que Dios le recoja en su morada eterna.