En medio de tantas malas noticias, irrumpen ideas y propuestas refrescantes, que oxigenan al enrarecido y mercantilista ambiente que nos invade. Una de estas viene de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), cuyo nuevo rector, el doctor Fernando Ponce León S. J., le desafía a su institución a profundizar una agenda de reforma, que impactará a su vez en la educación general y en el país.
En esta agenda se siente a Fe y Alegría, una de las obras educativas de la Compañía de Jesús en América Latina, inspirada en el pensamiento de la Educación Popular, uno de cuyos gestores fue Paulo Freire, quien entendió la educación, en manos de los pobres, como un instrumento del cambio social. Está la propuesta de los jesuitas de Barcelona, que en estos días, desde la libertad, replantean radicalmente los modelos didácticos y de evaluación; y se percibe a la pedagogía ignaciana: formación integral, pensamiento crítico, justicia, compromiso y acción. Está el papa Francisco.
En palabras del rector Ponce, (Seminario: Los Retos de las Universidades Católicas en el Nuevo Milenio,12/I/2016), la universidad debe integrar y desarrollar diálogos de los distintos saberes: científico, filosófico y las ciencias sociales, ancestrales, cosmovisiones religiosas y sabiduría popular. “La preeminencia unilateral de las ciencias y las tecnologías produjo en los siglos XIX y XXel aparecimiento del paradigma tecnocrático responsable en gran medida de la crisis socio-ambiental del presente. Frente a esto, las universidades tienen hoy el gran reto de integrar los distintos saberes humanos en los procesos de investigación y aprendizaje que promueven… Las universidades debemos tener claro que el contexto social y económico en el que existimos no es neutral. La sociedad humana está de hecho atravesada por desigualdades y exclusiones enraizadas en lo más hondo de ella, de modo que todo lo que hacemos o transforma esta realidad o la mantiene igual, pero nunca será indiferente ante las injusticias estructurales que nos condicionan. En otras palabras, educar es un acto político, en el sentido más propio de la palabra; es decir fortalece o destruye nuestra convivencia como ciudadanos de una misma comunidad política… optar por los excluidos y por los que el mundo considera descartables”.
En decir, se requiere de universidades que formen buenos ingenieros que hagan excelentes puentes o carreteras, o de médicos eficientes que sepan curar, pero que además no sean corruptos, tengan compromiso social, se ubiquen en el contexto y ejerzan la democracia y los DD.HH. Para esto, a más del conocimiento de la ciencia y de la técnica, hay que nutrirse de las humanidades. Este sería el reto no solo de la PUCE, sino de todo el sistema educativo ecuatoriano. Lúcidas propuestas, a ser apoyadas y desarrolladas.