Los miedos de Correa

Un presidente llega al poder después de azuzar una ola de agravios y resentimientos. Afirma representar al pueblo contra los explotadores internos y las amenazas externas. Pretende refundar la nación, y condena a los que le precedieron. Gobierna a través de la confrontación y la polarización. Su lenguaje es agresivo: los opositores son marcados como enemigos o traidores. Sus políticas se enfocan en aportar beneficios a corto plazo a su base política. Sacrifican el costo a largo plazo para la estabilidad económica...

Así resume un artículo de The Economist algunas de las características del presidente Donald Trump, quien es el que mejor encarna la figura del populismo nacionalista. Según el ensayo de la revista inglesa, los rasgos de Trump proceden directamente del manual del nacionalismo populista latinoamericano, una tradición arraigada en varios países de la región.

En Ecuador ese libreto fue aplicado al pie de la letra por Rafael Correa, quien fue mucho más allá. Elevó a rango constitucional el modelo hiperprecidencialista y puso al servicio de su causa a toda la institucionalidad, secundado por un ejército de seguidores, muchos de ellos enquistados inexplicablemente en áreas claves del actual Gobierno.

El viernes, Correa estuvo en Colombia y dio algunas pistas de sus miedos. Lo que más le preocupa es que cambien a las autoridades de control, especialmente al fiscal Carlos Baca, su ex asesor.

No es para menos. La estructura que montó el expresidente y sus acólitos fue levantada para durar muchos años. Pero, las coyunturas políticas y judiciales cambian. Hoy no se puede descartar que una de las tantas denuncias de corrupción pudiera alcanzar a Correa, quien es el principal responsable de haber mantenido al frente de los sectores estratégicos a Jorge Glas, indagado en el caso Odebrecht.

Una investigación imparcial y, sobre todo, confiable solo llegará con la designación de nuevas autoridades de control, lo cual es una de las preguntas ineludibles de la consulta.

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