El gusto por el micro cuento o el micro relato no es de ahora, aunque últimamente ha adquirido características propias. Desde muy antiguo se conoció la fábula, ese género tan recurrido por pedagogos de todos los tiempos por su carácter moralizante. Igual cosa podemos decir de la parábola sabiendo que esta ha estado unida, por lo general, a los textos sagrados. El cultivo del relato breve, corto en palabras y sugestivo en significados, participa de aquel lema conceptista de “si poco y bueno, dos veces bueno” y al que Gracián aspiraba como norma suprema del arte literario.
En las tertulias de café del Madrid de inicios del siglo XX, Ramón Gómez de la Serna encandiló con su ingenio expresado en sus célebres “greguerías”, pequeños textos en prosa en los que el autor comunicaba una visión nueva y sorprendente de la realidad con ese estilo suyo, aligerado por un humor de buena cepa. En esta época del micro chip, lo cibernético y los viajes interplanetarios, nos llega nuevamente, pero con otra urgencia, el gusto por la minucia, lo chiquito, lo enano, el nano, la habilidad de cazar una mosquita zumbona.
Esta forma de prosa narrativa subyuga a muchos escritores de hoy. Y me explico que ello se deba, posiblemente, a esta manía que atosiga al mundo contemporáneo: la de preferir lo pequeñito, lo instantáneo. En fin, por todo aquello que nos deja una imagen fugaz de lo que fue y ya no es; por lo que se consume en un instante y al siguiente, se lo desecha; por lo que es capaz de pasar por el ojo de una aguja como aquel dinosaurio de Monterroso. Y todo ello mientras fluye la vida, como un vértigo, una jaqueca o una imagen televisiva.
Este gusto por lo pequeño y la preferencia por lo breve no solo es un cometido de la nanotecnología; está, por igual, presente en las relaciones humanas, en la cultura de lo desechable, en esa concepción del arte como mero espectáculo pasajero y fugaz, instalación que se monta hoy y desmonta mañana. Hay que acumular experiencias en el menor tiempo posible y en el mayor número posible. Todo esto, me explico, como un deseo del hombre contemporáneo por asirse a algo, por retener al menos algo, aunque breve pero sustancioso en medio de la vorágine de una civilización globalizadora y despersonalizada como es la que hoy domina en el mundo.
El micro cuento obedece a esta concepción posmoderna del tiempo y el arte; un concepto en el que lo intenso y lo pasajero constituyen los rasgos propios que lo singularizan, aspectos que lo acercan a una vivencia estética. Aquella tríada de acción, espacio y tiempo se halla aquí tan solo sugerida, lo que confiere al texto una economía de recursos y una expresividad poética. Prosa narrativa que congenia con el talante pragmático de ese hombre o esa mujer apresurados que en el bolsillo llevan un móvil zumbador y, para quienes, el tiempo es plata y la palabra breve es oro.