La civilización contemporánea es vasta, más que variopinta, megadiversa, y ninguna generación ha tenido tantas facilidades para explorarla como la nuestra. Recorrer sus distintas facetas, experimentarlas, saborearlas (incluso si hay sabores amargos), es un mandato imperativo del principio fundamental de “chulla vida”. Pero no solo eso, si queremos saber lo que está pasando, hacernos una idea del estado del mundo y formar una opinión suficiente, no basta con ver documentales, hay que salir al terreno. Por supuesto cuidando que esas vivencias no nos lastimen más de lo que nos pueden aportar.
Esas fueron las ideas que llevaron a Mélanie des Monstiers, mi compinche de aventuras, aceptar hacer una guía para los viajeros que iban al recóndito país Ecuador, y realizar un reportaje de la misión geodésica francesa. Asimismo esas fueron las ideas que nos llevaron a planificar una visita a la sede de la Cientología en París.
En Francia se la considera una secta, y en el 2009 la justicia los condenó por estafa en banda organizada. En distintos países han sido acusados de desestabilizar mentalmente, incluso usando métodos hipnóticos, requerir aportaciones financieras exorbitantes, causar una rupturas con el entorno familiar, atentar contra la integridad física, tentativas de infiltrar poderes públicos, etc. Mundialmente conocida por contar con el apoyo de celebridades como Tom Cruise o John Travolta.
Decidimos ir directamente a las fauces del lobo. No fue difícil conseguir una cita, la Iglesia de la Cientología abre todos los días hasta las once de la noche. Nos instalaron con una señora que respondería a todas nuestras preguntas y nos guiaría casi sin límite de tiempo.
“Tome en sus manos las dos manijas de esta máquina, el E-metro, con la que medimos el estado de su espíritu”. Wow, que máquina novedosa, pensé. “Fascinante, y ¿cómo lo hace? ¿Mide el pulso?”. “No.”. “Ahhh, ¿entonces mide el calor en las manos?”. “Tampoco. Mide la energía que entra en su espíritu por la cabeza”. Le miré con cara de sorprendido. “No intente entender el funcionamiento, esta es una máquina religiosa”. “Ahhh, …de ley”, respondí.
Nos hicieron un test de personalidad, que sin gran sorpresa reveló gravísimos problemas en nuestro carácter; sin embargo superables si comprábamos varios libros y DVD con las respuestas.
“¿Cuál es el nombre de su divinidad?” “El que tú le des”. “Y, ¿hay vida después de la muerte?” “Eso depende de lo que tú creas, aquí las personas son libres de creer lo que su espíritu les dicte”. Intenté averiguar cómo podía ser esto posible si varias creencias podrían ser incompatibles entre sí; imposible, me choqué contra un muro de respuestas del tipo “esto es así, porque sí”.
Salimos con dolor de cabeza, medio mareados, hartos de negarnos a comprar material innecesario.