Les propongo que nos aislemos absolutamente del mundo, que finjamos convenientemente que vivimos por nuestra cuenta en un universo separado, solamente para nosotros, habitado solamente por nuestros compatriotas y gobernado por nuestras particulares leyes. Tenemos que convertirnos –hay que tratar arduamente- en el hazmerreír del planeta entero, provocar risotadas, suscitar sospechas y comentarios jocosos. Hagamos como las avestruces, que entierran su cabeza para aparentar que no pasa nada, para suponer que no existe nada más, para soñar en que somos los únicos, los que más sabemos.
Seamos (qué les parece) una república autónoma y autocrática. Seamos una república autárquica. Seamos autosuficientes. No necesitamos comerciar con nadie más. Vivamos del trueque. No necesitamos las ideas del mundo exterior, porque corrompen a nuestra juventud, porque les enseñan ideas libres que podrían eventualmente llevar al libertinaje, porque les imponen costumbres raras y propias del hemisferio occidental. Amemos el silencio. Controlemos el flujo de debates, de opiniones y de libros. Censuremos la red para que no se nos ocurra nada demasiado extravagante, nada demasiado creativo. Porque nadie conoce la realidad nacional como nosotros mismos. Porque nadie conoce al Ecuador profundo. Porque nadie debe entrometerse con nuestra bien amada soberanía nacional. Porque nadie debe osar traspasar nuestras fronteras.
Se le declara la guerra a la Organización de Naciones Unidas (ONU), porque tiene su sede en la ciudad de Nueva York y, por tanto, recibe apoyo y financiamiento del capital especulativo transnacional. Se le declara la guerra a la Organización de Estados Americanos, vulgarmente conocida como la OEA, por tener cuartel general en la urbe de Washington D.C. y, ergo, recibir influencias nefastas del Capitolio, de la Casa Blanca y del Pentágono. Se le declara la guerra a la Comunidad Europea, por querer imponernos un mal llamado tratado de libre comercio, lesivo a los intereses nacionales, atentatorio de los más altos intereses de la nación, por conducir presuntamente al extractivismo, al revisionismo y a la infiltración de nuestros cuerpos de seguridad. Especial y señaladamente se le declara la guerra al Imperio, por impedir que prospere la patria grande, por vejarnos constantemente, por pervertir a nuestros niños con sus películas y sus programas de televisión y por envenenarnos con su comida chatarra. Se dispone de inmediato la invasión, con el carácter de urgente, de Ciudad Gótica, y la toma simbólica de la estatua de la Libertad, por la dignidad y por la vida. Disparen, apunten, fuego. ¿Algún problema?