El mesianismo patológico

El mesianismo es el complejo del que se considera redentor e insustituible, por eso siempre será patológico.

Hitler en Alemania, Stalin en la URSS, Franco en España, Perón en Argentina, Trujillo en la República Dominicana, Somoza en Nicaragua, se consideraron, desde diversas ideologías, redentores insustituibles. Gobernaron por décadas, en su momento, con altísimos niveles de popularidad y credibilidad. Su éxito político se sustentaba en su poder de comunicar y de perseguir a sus críticos y opositores, desde la diatriba hasta el crimen. Sus entornos fueron de profunda corrupción inseparable de la acumulación de poderes.

En el balance de la historia, habrá quienes los recuerden por obras materiales, elevado gasto público asistencialista, exaltaciones ideológicas o nacionalismos enfermizos, pero lo tenebroso del totalitarismo que practicaron, usualmente con apoyo o encubrimiento militar, los condena.

Mandela en Sudáfrica, Lula en Brasil, Tabaré Vásquez en Uruguay, fueron por décadas revolucionarios, sufrieron prisión y represión, llegaron al poder en circunstancias diversas, Mandela marcando el fin del apartheid, Lula y Tabaré en procesos electivos. Los tres -al ser posesionados sus sucesores- salieron del poder como demócratas reconocidos en lo nacional e internacional.

No asumieron ser mesías, sino mandatarios respetuosos de la institucionalidad y del derecho a la diversidad en la opinión y en el juzgamiento de sus actos, además de extraordinarios gobernantes.

Ni como mal pensamiento asumieron enmiendas constitucionales para reelegirse, más aún condenaron esas prácticas que en la región no solo están siguiendo los llamados del socialismo del siglo XXI, sino que también lo hicieron -con altísimas votaciones- Fujimori, Menem y Uribe, el primero hoy preso en el Perú, el segundo procesado por corrupción en Argentina y al tercero le falló la posibilidad de una tercera presidencia inmediata en Colombia.

El mesiánico se sabe gran comunicador y por eso abusa de su acceso a los sectores empobrecidos.

La posibilidad de una consulta ‘guatallarín’ -guatita y tallarín, en un solo plato- que vaya desde la afectación a la caducidad de la prisión preventiva -en lugar de regular los tiempos y las normas que eviten la caducidad, por falta de sentencia-, la prohibición de la corrida de toros, el cierre de casinos y salas de juego, la limitación a formas y medios de comunicación y la reestructuración desde el Ejecutivo de la función Judicial, con la manipulación de veedurías internacionales - en las que el riesgo perverso está en los ‘insulzas’, como el de la OEA, obsecuentes de quien detenta el poder- donde se vote sí o no, será la prueba mesiánica del poder.

El mesianismo es incompatible con la democracia.

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