Los cinco mayores proveedores de armas coinciden con cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU que, irónicamente, abogan por una coexistencia pacífica y defienden los principios del desarme.
“No tienen escrúpulos en, simultáneamente, vender armas mortales en zonas de combate”, ridiculizó un diplomático de la ONU que pidió reserva de su identidad.
A China, Estados Unidos, Francia y Rusia se les suma Alemania, que desde hace tiempo trata de conseguir un asiento permanente en el máximo órgano de seguridad de la ONU, según un informe publicado el 12 de este mes por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri).
Cuando hay guerras, no gana ninguna de las partes enfrentadas, sino los comerciantes de armas, llamados mercaderes de la muerte por los pacifistas. Los conflictos aumentan y con ellos, el hambre de armas convencionales como lo prueban los seis años de guerra civil en Siria, donde las múltiples facciones enfrentadas reciben armas de Estados Unidos, Rusia o Irán. Pero también está el conflicto en Yemen, que ya lleva tres años, donde Arabia Saudita emplea armas estadounidenses de forma indiscriminada, en gran medida contra la población civil. Además, se mantiene el conflicto palestino-israelí, que va para los 50 años y que transformó al estado judío en una potencia militar, muy superior a la de todos los países árabes juntos. También llegan armas a Egipto, Libia, Líbano, Irán, India, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Afganistán y Pakistán.
El uso de armas pesadas en conflictos internos es común en las operaciones turcas contra grupos kurdos, entre los diferentes grupos en Siria, en las fuerzas estadounidenses y europeas contra el Estado Islámico, en las fuerzas egipcias en el Sinaí, en Israel contra el libanés Hezbolá y el palestino Hamás, y en Iraq y Yemen. Los acuerdos de armas para operaciones internas contra fuerzas rebeldes o contra la oposición desarmada también son sustanciales.