Por razones de parentesco con el famoso Juan Pancho (Pérez) del Macará de Ambato, no me perdía un partido cuando jugaba en Quito. Muy pequeño pero veloz se le veía llegar al campo contrario íngrimo luego de mentadas de madre, cortes de manga y carantoñas que descontrolaban a quienes se le enfrentaban.
Cuando metía un gol ¡Juan Pancho! ¡Juan Pancho! era el clamor de todos en el estadio de El Arbolito.Eran los cuarentas.
El ‘manco’ Vásconez, defensa, el ‘tocho’ Juan Pancho, delantero, el ‘loco’ Medina, arquero y el ‘Chompi’ Enríquez, defensa, eran los ídolos del fútbol ecuatoriano.
Triunfo o derrota eran razones más que suficientes para que los jugadores le emborracharan al trago.
¡Eso del trago! Con mi jorga fuimos a Guayaquil a las finales de un campeonato sudamericano que disputaban Ecuador y Perú.
Silencio sepulcral en el Capwell cuando el árbitro decretó penal a favor de Ecuador. De pronto el alma colectiva estalló en un solo grito: ¡Pozo! ¡Pozo! Pozito era el único serrano de la Selección y todos sabían que no bebía. Cuando el balón salió disparado por los aires sentí que el mundo se me venía encima: eran los golpes que nos atizaban los monos. Salimos casi a rastras.
Sabio como era el Ing. Rubén Orellana, rector de la Escuela Politécnica Nacional, me recomendó que aceptara, porque caería bien, ser el médico del Equipo Politécnico que se formó con los jugadores que habían sido del España. Impuse un examen clínico y pruebas de laboratorio bastante completas, para lo que conté con la generosidad de mis colegas. Un jugador paraguayo contratado y en período de prueba, resultó ser diabético.
Los entrenamientos, muy por la mañana, en una cancha que había en Chiriyacu. Luego, como desayuno, agua de canela con punta y un pancito. Me puse histérico. Me las ingenié y pude ofrecerles un vaso de leche, dos panes y un plátano. No pocos se fueron en diarreas y volvieron al canelazo. Los más trabajaban pues lo que recibían del Politécnico “no daba para comer”.
Paucar, el centrodelantero, era empapelador, con frecuencia velaba y llegaba agotado a los entrenamientos y hasta a los partidos. Uno de los hermanos Almeida era un buen jugador pero tomaba y aguantaba tan solo medio tiempo. Pese a todo salimos campeones. El primer encuentro, por las eliminatorias, con Argentina en Bs.As. De los 7 goles que nos metieron, el último con el arquero y el balón al fondo de los piolines.
¡El arquerito Chávez! Más bien pequeño, delgado, eso sí valiente y de unos saltos descomunales. En un destacado de prensa: los ecuatorianos juegan a otra cosa que no es fútbol.
Luego comenzamos a jugar fútbol. Jugábamos como nunca y perdíamos como siempre. Tiempos de superación los que vinieron: hemos participado en 3 mundiales. Nos corresponde develar los enigmas que a los equipos les lleva a los cuartos de final.