Los líderes de la “revolución ciudadana” abogan por reemplazar la economía “de mercado”, donde supuestamente el “capital” se impone, por una economía “con mercado” en la que los “seres humanos” tengan supremacía sobre el “capital” y los mercados actúen como “siervos” y no como “amos”.
Esta proclama que suena muy lírica, a fin de cuentas, significa promover una economía que permita a actores que usualmente están por fuera de los mercados, tener una mayor influencia en ellos. Lo cual, a su vez, trae importantes implicaciones para los negocios y las empresas en Ecuador.
Tradicionalmente, en una economía “de mercado”, las empresas buscan rentabilidad al interactuar con sus clientes, proveedores y competidores, sobre la base de contratos y transacciones voluntarias, que usualmente involucran el intercambio de bienes o servicios. Aquí las empresas enfocan su atención en lograr excelencia operativa, financiera y comercial, en adaptarse a las necesidades de los consumidores, o en investigar y desarrollar nuevos productos.
En una economía donde se limita el rol de los mercados, las empresas necesitan además interactuar con una serie de actores que no forman parte de los mercados tradicionales. Se trata de líderes políticos, movimientos sociales, grupos de interés, instituciones gubernamentales, medios de comunicación y el público en general, cuyos intereses y necesidades no son intermediados por los mercados sino por un conjunto de instituciones formales e informales .
Estas instituciones difieren de las “de mercado” por ciertas características como voto mayoritario, derechos igualitarios, acción colectiva, así como en su manera de relacionarse con el público. Las empresas interactúan con estos grupos de manera voluntaria cuando, por ejemplo, una empresa apoya la causa de un grupo de activistas, o involuntaria en el caso de la imposición de regulaciones gubernamentales o el bloqueo a la explotación de un depósito minero.
Hoy en día casi no existen economías puramente “de mercado” y la influencia cada vez mayor de los actores políticos y sociales en los resultados económicos y empresariales, es una tendencia global. Hoy impulsada por una más activa acción gubernamental y por ciudadanos empoderados por nuevas tecnologías de información y comunicación.
La diferencia es que en Ecuador -que nunca tuvo propiamente una economía “de mercado”-, un Gobierno que cuenta con recursos políticos, económicos y regulatorios sin precedente, está abiertamente empeñado en promover, arbitrar y tutelar los intereses de actores e instituciones que no formaban parte de los mercados.
Por lo tanto, hoy más que nunca antes, las empresas que operan en el país necesitan gestionar activamente las oportunidades y amenazas que una economía con cada vez menos “mercado”, plantea a los negocios.