La sumatoria de cepos con los que el Gobierno argentino se las ingenia para quitarle libertad a sus ciudadanos, recuerda cada vez más lo que ocurría en los países tras la cortina de hierro. El Gobierno hoy ordena la forma en que se puede ahorrar. Si de viajar se trata, estar sometido a toda clase de restricciones y al visto bueno de cierta autoridad, tiene mucho en común con los cerrojos con que se encierra a la gente en los “paraísos” totalitarios estilo Cuba, donde las personas no tienen la posibilidad de ir y venir libremente. Todavía hay una distancia entre aquello y esto, pero la pérdida de libertad de los argentinos para tomar decisiones sobre su vida ha aumentado notoriamente en los últimos meses.
Tantas son las dificultades que cada semana el Gobierno impone para complicarle la vida a quien quiera viajar, por negocios o placer, o a quien tenga que cerrar alguna transacción previamente establecida en moneda extranjera, que un político decía: “Actualmente en la Argentina es más fácil cambiar de identidad que comprar un dólar”.
Y como aquello de que “si no te gusta la sopa, entonces dos platos”, a las restricciones cambiarias se agregaron no sólo las vinculadas con los viajes al exterior, sino a las compras en los supermercados. Se ha hecho responsables a las empresas de denunciar compras mayores a 1 000 pesos, consignando los datos del comprador, que quedarán a buen resguardo de la AFIP (ente recaudador de impuestos).
Mientras en lo referido a legislación social ha habido posturas de avanzada (el nuevo Código Civil incluirá la fecundación post mórtem) en otros aspectos lo que se percibe es una evidente marcha atrás. Se agiganta el intervencionismo del Estado, la economía planificada, el mercado discrecionalmente digitado. Es el caso del trigo y del maíz (hace poco levantaron la prohibición de exportar, para que los productores se animaran a plantar nuevamente) con lo cual se fue desvirtuando su normal funcionamiento. Y qué decir del sector cárnico, que gracias al toqueteo oficial resultó que Uruguay pasará a ser mayor exportador de carne vacuna que la Argentina.
Una excelente manera de castigar el esfuerzo productivo, sin que importen, aparentemente, datos como los que indican que el comercio exterior, según datos del oficialista Indec de junio, reflejan una caída del 10% en las exportaciones. A su vez se redujeron las importaciones en 12%.
Hay que seguir apuntalando el gasto público, que ha crecido sin pausa, sin que alcance para tapar los agujeros, todo el dinero que se ha sacado del Banco Central y de la Caja de Jubilaciones. Y estos no provienen de excedentes, sino de prestaciones estipuladas por ley o por fallos de la Corte Su-prema. Uno de cada cuatro pesos de su presupuesto anual se destina a pagos por fuera del sistema previsional.