El malestar general es evidente cuando se pone en análisis el comportamiento humano y el incumplimiento de normas que afectan a los vecinos. Llegó la hora de poner orden a quienes sacan a pasear a sus perros y no se inmutan cuando ensucian parques, calles y avenidas. Cuando tienen animales que fastidian a los vecinos, que les maltratan o incluso cuando, en atentado contra la naturaleza y el medioambiente, disponen de aves que debieran estar volando libres y no en las casas como adorno, ostentación y hasta fastidio para los vecinos por los ruidos que causan. Este es un mal ciudadano pero también hay funcionarios que tienen malas prácticas.
Por leyes y normas no hacen falta. Ese es el caso del Distrito Metropolitano de Quito, pero también atañe al resto del país. El problema es su aplicación, la falta de firmeza y rigurosidad de las autoridades para poner en práctica lo que aprueban y no solo se preocupen de la imagen propagandística personal. Igual la acción ciudadana para hacer notar a los responsables. Para esto debieran servir las cadenas nacionales. Más importante es proteger el buen vivir diario y el impulso de campañas permanentes que permitan sancionar las malas costumbres personales.
En Brunete, cerca de Madrid-España, el ayuntamiento puso en marcha hace poco una campaña para tratar de terminar con los excrementos de los perros que dejan sus dueños en la vía pública. Con la ayuda de voluntarios vigilaron a los dueños, los identificaron, recogieron en sobres y les enviaron con la notificación de multa. La vergüenza de ser identificado ha logrado reducir en un 70% estas malas prácticas .
Cuando uno visita otras ciudades como Bogotá ve orden, respeto a las ordenanzas y cultura ciudadana que saca a los perros a parques y avenidas con correa y bozal y la funda para recoger cuando defecan.
En Quito existe una acción incipiente pero positiva, que lidera la concejala Beatriz León. Se aprobaron dos ordenanzas municipales: 332, el 2010, y 048, el 2011, que sancionan estos hechos. Lastimosamente no se cumplen a cabalidad y con firmeza contra quienes sacan a sus mascotas a ensuciar la ciudad. Cuando se pone el tema en análisis las quejas de los vecinos llueven. Lo grave es que no hay conciencia del respeto al espacio público y cuando se les observa son los primeros bravos en reaccionar.
El Municipio debiera empeñarse en dedicar sus campañas publicitarias para concienciar a quiteños y no quiteños a fin de poder vivir en una ciudad limpia, ordenada, solidaria y alegre para todos. Es importante que esta campaña también comprometa a los diversos medios de comunicación (salvo excepciones que sí lo hacen), que están en la obligación de educar, guiar y servir con información útil para la comunidad en lugar a veces de priorizar temas intrascendentes y de interés grupal o sectorial.