El coronel Lucio Gutiérrez hizo varias revelaciones respecto a su experiencia en la rebelión forajida que le echó del poder hace 10 años, el 20 de abril del 2005. En entrevista realizada esta semana en Radio Democracia, señaló que, horas antes del desenlace de su derrocamiento, en la tarde y noche del 19 de abril, le tuvieron sedado, dormido, en Carondelet.
Aparte de lo grave de su denuncia, llama la atención este aserto frente a la interpretación que el Coronel hace de aquellos acontecimientos. Así para él, lo que pasó el 19 y 20 de abril fue la consumación de un golpe de Estado liderado por el vicepresidente Palacio, la cúpula militar de entonces y de varios políticos, “apoyados” por “4 000” personas en las calles, o sea, los ‘forajidos’ quiteños.
Dejando de lado a los golpistas para otro análisis, con esta confesión, el lector informado ve con claridad un error del Coronel. Decir que hubo 4 000 personas en las calles solo puede ser expresado por alguien que estuvo sedado a la fuerza.
Quién participó en la enorme movilización quiteña la tarde y noche del 19 de abril, justo cuando dormía el Coronel, sabe que hubo no menos de 200 000 personas indignadas en plazas y avenidas diciendo: “Todos, fuera”. De todas maneras, lo que no tiene explicación es que luego de 10 años del hecho, todavía se hable de 4 000.
Pero más allá del análisis de la rebelión forajida, este relato del expresidente plantea interrogantes sobre los intersticios e intimidades del poder. Lo que revela el Coronel es tremendo, aunque dicha práctica ha sido frecuente en la historia política de la humanidad. Césares, papas, reyes, presidentes, fueron drogados, envenenados, dormidos, por los círculos de poder.
Fueron “atontados” con alguna alquimia, o con falsa información, de aduladores, serviles y conspiradores que siempre conforman las cortes de líderes de insaciable ego.
Lo relatado es una de las explicaciones de que el poder ensordece, enceguece y entontece.
El provocar, minimizar e insultar la inteligencia de los quiteños fue uno de los graves errores del coronel Gutiérrez. Los mismos los cometió Abdalá Bucaram. Algo similar sucede en la actualidad.
Frente a la movilización quiteña, el Coronel organizó contramarchas trayendo de provincias a miles de supuestos partidarios. Los quiteños percibieron tal hecho como una invasión, lo que encendió más sus ánimos contra el poder.
Para el próximo 1 de Mayo, el Gobierno Nacional traerá gente de provincias, ya que su apoyo en Quito es ínfimo, con lo que se pretenderá exhibir un acto de fuerza. También da vacaciones a los estudiantes. Pero el efecto será negativo. Los quiteños posiblemente verán en la contramarcha un signo de debilidad y de provocación, por lo que responderán participando masivamente en las filas de los inconformes. Sin duda, el poder solo verá 4 000.
mluna@elcomercio.org