Enrique Ossorio
El Día de las Américas, conmemorado el 14 de abril por ser la fecha en la que se fundó la Unión de las Repúblicas Americanas (antecedente de la Organización de los Estados Americanos -OEA-), se nos presenta como una muy buena oportunidad para reflexionar sobre las marchas y contramarchas en la organización política del continente. También para poner en perspectiva el itinerario político que el Ecuador tiene por delante.
Tanto para el contexto regional como fronteras adentro, el próximo proceso electoral ecuatoriano, que definirá la sucesión del presidente Rafael Correa, adquiere una relevancia creciente a la luz de los recientes acontecimientos políticos en América Latina.
No descubriremos la pólvora si afirmamos que afrontamos momentos en donde gran parte de los analistas internacionales no duda en calificar como de paulatina desaparición de los gobiernos populares por estas latitudes, poniendo fin así a un proceso de proliferación de administraciones estatales que impulsaron planes de gobierno en favor de la ampliación de derechos sociales y la expansión inclusiva de las estructuras económicas.
En este contexto, tanto para los ecuatorianos como para los latinoamericanos en su conjunto, resulta crucial destacar proyectos políticos profundamente transformadores como el impulsado por la Revolución Ciudadana en Ecuador, que han constituido un nuevo punto de partida para replantear los conceptos de desarrollo, solidaridad y justicia social, y de cómo estos se encuentran articulados en la actualidad y en la región.
Son conocidas las intenciones de ciertos sectores sociales que, con legitimidad popular o aun careciendo de esta, pretenden cambiar el rumbo político de la región. Mediante las urnas, como ocurrió en la Argentina con el triunfo del empresario Mauricio Macri o, a través de procesos judiciales de origen dudoso, como observamos en el caso de la presidenta Dilma Rouseff en Brasil.
Más allá de los reacomodamientos de los últimos tiempos y de la lógica alternancia que caracteriza a los sistemas democráticos, las experiencias de Ecuador y Bolivia son la expresión de gobiernos populares que, a pesar de sufrir algunas ocasionales derrotas, se consolidan como fuerzas políticas con profundo raigambre social y proyección a futuro. Los mandatarios de ambos países estarán presentes en el Vaticano, reafirmando su representatividad en relación a modelos de país.
EE.UU. ha vuelto a mirar a la región renovando intereses económicos y políticos, lo que puede ser una ocasión para refundar la relación bilateral con nuestras naciones, pero que de ninguna manera debe significar tirar por la borda años de dignidad recuperada, soberanía fortalecida y reconocimiento de derechos.
Alianza País deberá tomar cartas en el asunto para no dormir en los laureles y comprender la importancia de las próximas elecciones. El presidente Correa lo ha comprendido bien, poniendo por delante de cualquier aspiración personal la posibilidad de consolidar un proyecto de país, que hoy más que nunca constituye un faro para las aspiraciones de millones de ciudadanos de la región.