Ha causado verdadera sensación el más reciente número de la conocida revista “Forbes”. Allí consta el análisis acerca de los personajes a los que considera como los más poderosos de este cambiante y caprichoso mundo.
Allí se contiene una primera novedad superlativa, porque la publicación estima que este año el primer lugar corresponde a Vladimir Putin, el mandatario de Rusia, quien sacó abundante provecho del repliegue experimentado por Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, dignidad que con frecuencia era ocupante del sitio más encumbrado de la nómina.
Sin embargo, esta vez habría sido relegado al segundo sitio de la codiciada nómina, tanto por las indecisiones en torno de la situación siempre explosiva de Siria, cuanto por los agudos problemas de casa adentro respecto del presupuesto, el monto autorizado de la sideral deuda externa e inclusive la paralización virtual de las tareas oficiales del Gobierno.
Por su parte, al mandatario de la enorme y superpoblada China Roja, Xi Jinping, se le otorgó el tercer lugar, no obstante los nubarrones que las semanas más próximas han obscurecido el panorama, a propósito de los precios internacionales de varios productos neurálgicos y de otros rubros de clara incidencia sobre el comercio general, mientras que otra de las novedades de la nómina se dio a propósito del cuarto lugar, reservado esta ocasión al papa Francisco, primer latinoamericano y primer jesuita elegido para esta dignidad y quien a lo largo de un tiempo muy corto ha marcado no solo un estilo propio, sino que ha definido criterios y orientaciones muy precisos para la conducción de la ‘barca de Pedro’ e inclusive el manejo de la propia administración anterior de la confesión religiosa que cuenta con el mayor número de fieles en todo el planeta.
Y para cerrar la nómina consta la primera ministra de la importante Alemania, Ángela Merkel, luego de un triunfo abrumador en las elecciones.
Este es el “equipo” con el que deberá contarse en el inmediato futuro. Por supuesto y dado que no puede conocerse el futuro a corto ni a largo plazos, una vez más queda abierto el debate, la contraposición de las ideas y las experiencias de los mecanismos decisivos que mueven a la historia, con las implicaciones que semejante cuestión plantea.
A lo largo del tiempo se han intentado múltiples respuestas para hacer frente a la trascendental cuestión. Se han enunciado numerosas respuestas; unos han preferido las respuestas más teológicas, ubicando el secreto del devenir, en el plano de la providencia divina, desde cuando el propio San Agustín dejó algunas pistas de verdadera significación.
Otras orientaciones han preferido más bien el recurso a la humanidad y sus realizaciones y entonces han gozado de fama y actualidad las alusiones a los ‘personajes’ como los protagonistas que se han venido buscando,