Como era esperado, en las elecciones del último domingo, el socialismo español encumbrado en los últimos años en el poder sufrió una aplastante derrota. Los resultados de las urnas han sido incuestionables. El Partido Popular retorna al poder con un triunfo apabullante. La diferencia conseguida sobre los socialistas supera a los tres millones de votantes, cifra sin parangones en anteriores comicios y contará con mayoría propia en el Congreso que, sumado a las administraciones locales que se encuentran bajo su administración, delinea un escenario copado por quienes se alistan a conformar el nuevo Gobierno. El partido actualmente en la Moncloa tendrá el número más bajo de escaños de la última etapa .Si bien los ganadores han acumulado más de medio millón de votos a las cifras obtenidas en anteriores comicios, los socialistas han perdido casi tres millones de votantes. Miradas así las cifras, la administración de Rodríguez Zapatero ha provocado estragos espantosos, no sólo en los habitantes del país más grande de la Península sino en su propia agrupación, a la cual le costará recuperarse.
Sin duda, la crisis mundial ha tenido que ver mucho en los resultados de los comicios. Pero los votantes han castigado a quienes no han podido responder con prontitud y eficacia a los desafíos impuestos por la crisis. Cuatro años atrás el Gobierno socialista, frente al mismo candidato del Partido Popular era reelegido con algarabía y todo era sonrisas. El cantautor Joan Manuel Serrat pedía entonces al gobernante reelecto que aplicase “más de lo mismo”. Ninguna sombra se perfilaba en el horizonte hasta que, con el desplome de la economía, no tuvieron reacción oportuna. Desapareció la alegría, existieron pronunciamientos de la “intelligentzia” defraudada, en el ambiente español no se percibía ninguna iniciativa gubernamental para enfrentar la crisis, parecía que todo lo que debía hacerse venía dictado de los países europeos más influyentes. Con más del 20% de parados todo se volvió desosiego. Así se configuró el momento de un político al que aún dentro de sus propias filas se le acusaba de poseer poco carisma, pero que a fuerza de perseverancia ha obtenido un triunfo inobjetable. Su desafío es enorme y no ha ofrecido milagros. Encontrará más de una dificultad al momento de poner límites al gasto desenfrenado, principalmente el de gobiernos autónomos. Su capacidad de maniobra es muy apretada y si no obtiene resultados a tiempo las cosas se le podrán dificultar.
El caso español no deja de ser una lección interesante, muestra cómo los idilios que crea la política cuando existen arcas abundantes terminan en abucheos estruendosos cuando los recursos escasean. Ha sido un caso más de tantos gobiernos que terminan abruptamente y no será el último con el mismo final si el dinero se torna escaso.