Desde las ‘entrañas de la bestia’ -como solía decirse en lenguaje setentero-, Joe Bageant trazó en el 2008 un lúcido y dolorido retrato de los blancos pobres estadounidenses. ‘Crónicas de la América profunda’ (‘Deer Hunting with Jesus’, su título original) da pistas sobre una crisis que se incuba y que explica cosas aparentemente inexplicables en una democracia tan reputada.
Endeudados, sin cobertura de salud, ignorantes, influenciados por el alcohol o la droga, amantes de las armas y del espectáculo, religiosos fundamentalistas, siguen creyendo a pie juntillas en el sistema económico y la grandeza de su país. Representan, según el autor, más de un tercio del electorado y explican el avance de líderes mesiánicos y el apoyo a guerras como la de Iraq.
A Bageant aún le faltaba testimoniar los efectos de la crisis del 2008 sobre un grupo que depende del crédito y sobrepaga para vivir en remolques. EE.UU. no sabe cómo responder a las crisis, que según el economista Raghuram Rajan son cada vez más episódicas. En un mundo globalizado y donde el empleo no ligado a la producción de conocimiento ha perdido peso, las soluciones son difíciles.
La administración Obama ha hecho reformas pero no ha dado respuesta a los problemas globales. ¿Por qué entonces parece ilógico que buena parte del electorado se identifique con las promesas del republicano Donald Trump de volver a hacer de Estados Unidos una gran nación, a partir de un encierro que dé seguridad a sus ciudadanos y los blinde de una migración que les disputa las oportunidades?
La candidata demócrata Hillary Clinton, por su parte, se ha montado en la cresta de la ola de los derechos de los migrantes y de las minorías a partir de un discurso que toca al votante y en el cual ha aportado soberbiamente Michelle Obama, pero tampoco se está ocupando de dar las claves para solucionar una crisis sistémica que tiene varios frentes.
El tan famoso como políticamente correcto Jarret Diamond señala que EE.UU. dilapida sus ventajas, lo cual se refleja en el declive de su democracia. La primera de las señales, según él, es el derrumbe acelerado del consenso político. La segunda es el deterioro del voto, debido a un bipartidismo cuyos actores se dedican a bloquear el derecho de sus contrarios.
El tercer factor es la creciente desigualdad. Según Diamond, en su país la movilidad socioeconómica es menor que en ninguna otra gran democracia; la explica en parte por el deterioro del sistema educativo público. El último factor es el desenfoque del gasto público, que prioriza el aspecto militar.
Quienes queremos la paz mundial cruzamos los dedos para que el mesianismo y la irracionalidad no sigan ganando espacio, pero está claro que si los demócratas logran retener el poder, tendrán que dedicarse a un cambio profundo, como las crónicas de Bageant.