El mundo fue conmocionado ante la firme propuesta de proclamar un Estado Islámico en bases territoriales tomadas por sus fuerzas militares en el norte de Siria y de su vecino país Iraq; esto es, en zonas de viejas culturas que formaron las civilizaciones a orillas de los ríos Tigris y Éufrates. Más aún, al considerar que su base jurídica sería el fanatismo religioso inspirado por el Corán, el libro sagrado escrito por Mahoma. A tres años de su muerte -638 de la era cristiana- los ejércitos de la Media Luna invadieron las cristianas Siria y Palestina. Se apoderaron de Jerusalén y el Santo Sepulcro. Luego conquistaron Persia, Armenia y Mesopotamia (ahora Iraq), y avanzaron a Egipto y al Magreb-Túnez, Argelia y Marruecos.
Afirmé en el artículo del 13-09-2014, que la irrupción de esa nueva religión inspirada por Mahoma para difundirla en todos los pueblos árabes, era la lucha abierta contra el avance evidente del cristianismo hacia esa zona. Al salir más a Occidente, llegaron a situarse en España donde se asentaron por 700 años, hasta la expulsión armada de Isabel La Católica, coincidente con la expedición de Colón a tierras americanas en 1492. En Andalucía han quedado la arquitectura y algunos símbolos musulmanes; en Sevilla una mezquita transformada en Catedral, de la cual se conserva intacta su torre mística, La Giralda, y la sede de ese poder político, El Alcázar. También las mezquitas en Córdoba y en Granada, con los jardines flotantes. Y en la música hay una mezcla de lo gitano, árabe y judío, en el cante jondo del flamenco, que influyó en el teatro y la comedia picaresca. Esas han sido huellas positivas fuera del fanatismo religioso que ha ido creciendo los últimos tiempos.
Desde mediados del siglo XX, y más en estos diez años, esa antigua estrategia se ha transformado en una ocupación silenciosa de países europeos para amenazar nuestra cultura occidental, y su primera evidencia se dio con el ataque a las Torres Gemelas del 11-O9-2001, y lo dicho por Oriana Fallaci sobre sueños de los hijos de Alá: destruir la abadía de Wetsminster en Londres, la cúpula de S. Pedro, la Torre Eiffel o la catedral de Colonia, porque al existir 55 millones de musulmanes en países europeos, algunos millares constituyen firmes soportes de conspiración para acciones terroristas que destruyan nuestros símbolos.
El desafío armado del Estado Islámico, con 4 000 extranjeros reclutados en Europa, la ex-Yugoslavia y América, de expandirse con el terrorismo, ha unido a los Estados Unidos, con Inglaterra, Alemania, Francia, España, Bélgica, y no a Italia, por la enorme influencia musulmana en el poder. También declaran apoyo bélico los propios países árabes: Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Qatar, Bahrain y Jordania, por el inmenso peligro a la paz mundial. Nuestro país no analiza lo complejo de estos problemas. Retiró al Embajador en Israel, y sigue incólume la relación con Irán.