Para ambientar este tema en la segunda década del siglo XXI, hay que afirmar que el ejercicio del poder político termina con cualquier interpretación ideológica. Quien ocupa el sillón de mando, poco a poco, gana espacios articulados a su visión personal, y para que esta se traslade al tiempo infinito, refuerza al partido para que gane más espacio a nivel de masas, lo cual deviene en una cobertura que, poco a poco, destruye las bases democráticas al bloquear la influencia de otros movimientos políticos. Eso sí, mantienen constituciones políticas en aparente vigencia, mayoría parlamentaria, pero la verdadera independencia para legislar, aplicar las leyes y sostener aparte un ente electoral, han dejado de existir como instituciones que soportan a la democracia. Por último, hay sufragios periódicos como entretenimiento.
Al desaparecer, la libertad de expresión emerge más aún la visión personal en las acciones del Gobierno. Y al incorporar a este análisis, a Rusia y China, los dos gigantes demográficos con 1 600 millones de población y un extenso territorio, y considerar que han surgido en su seno los flamantes millonarios jóvenes por haberse fortalecido una base capitalista en sus dos economías; y en el caso chino, acumular capitales estatales seguros por la estabilidad política para erigir, cada 10 años, gobiernos escogidos por el partido comunista. Allí no hay elecciones directas en 65 años. Ese partido proclamó hace pocas semanas que “la introducción de valores occidentales y sistemas políticos en los países en desarrollo no solo han fracaso en la economía, sino en la estabilidad política y el progreso social. Han producido la multiplicación de partidos políticos, la inestabilidad y desintegración social”. En lo interno, en cambio, controlan severamente cualquier oposición, y en diciembre del 2009, Liu Xiaobo, premio Nobel de la Paz, fue condenado a 11 años de prisión por publicar artículos críticos en Internet, y liderar la carta 08, en que se pedía la separación de poderes, un sistema judicial independiente, libertad de expresión y elecciones multipartidistas.
En la visión de Vladimir Putin en Rusia, en el poder más de una década, según Fared Zakaria, columnista del Washington Post, con el nacionalismo, la religión, el capitalismo estatal y el control del Gobierno a la prensa, son fundamentos hostiles a los valores democráticos; y sigue esta línea Michael Ignatieff, quien destaca que el autoritarismo se halla en su mejor momento después de la Guerra Fría, y que en América Latina algunas élites escuchan los cantos de sirena que hablan del crecimiento sin democracia y del progreso sin libertad; y concluye, que al encontrarse en el Brasil con el dirigente chino Hi Jinping, fue más que un simple acuerdo energético, porque “anunciaba el surgimiento de una alianza de Estados autoritarios sin sacrificar el control político e ideológico sobre su población. Ambas sufren la humillación que han recibido de Occidente.