El jueves anterior, en un hotel en Nueva York, los presidentes de Colombia, Chile y Perú y un delegado del presidente de México Enrique Peña Nieto, en una nueva reunión de la Alianza para el Pacífico exponían ante un grupo de empresarios e inversionistas sobre los atractivos para tener en cuenta a sus países para emprender nuevos negocios y encontrar oportunidades de invertir. En dicho evento mencionaron que unidas las cuatro economías representan el 35% del PIB de toda América Latina. En los hechos les convierte en un importante actor en el escenario económico mundial. Con su encuentro quedó en evidencia que la región se halla claramente dividida en al menos tres grupos, entre los cuales existen diversas maneras de arremeter en contra de los problemas comunes que les agobian. El primer actor en solitario es el gigante brasileño. Ese solo país que abarca cerca de la mitad del territorio del subcontinente, configura alrededor del 41% del PIB latinoamericano y sin duda es el llamado a llevar la voz de los que habitamos por esta parte del planeta. Sin embargo, Brasil se desenvuelve por sí mismo, con agenda propia, buscando reconocimiento como potencia y difícilmente actúa en conjunto cuando sus intereses chocan con otros países de la vecindad.
De otro lado se encuentra la Alianza para el Pacífico, caracterizada por la apertura de las economías de los países. Tres de ellos tienen tasas de crecimiento sostenidas en los últimos años que bordean el 5%, salvo el caso mexicano donde es inferior. Sin embargo, su política comercial está decididamente enfocada a ampliar mercados para lo cual buscan atraer inversión, tarea en la que han tenido relativo éxito visto los flujos que reciben por ese concepto. Sus indicadores sociales mejoran, poniendo en entredicho los postulados que solo mediante las economías dirigidas y controladas por los estados pueden mejorar las condiciones de vida de las personas.
Por último están los países de la Alba. Si las estimaciones políticas aciertan y el actual Gobierno argentino es reemplazado por uno que no tenga tanta afinidad con este grupo, el mismo quedará reducido en poco a la presencia de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, entre los más representativos de la tendencia. Por su posición económica el país llanero tendrá gran incidencia pero resta ver si sus dirigentes, con todos los problemas políticos y económicos que tienen que lidiar a su interior, están en capacidad de articular al grupo como en su tiempo lo hizo el desaparecido Hugo Chávez.
Visto de esa manera es posible suponer que, salvo el derrotero que imprima los resultados electorales en Argentina, estos grupos no variarán mayormente tanto en su estructura como en la manera de lidiar los asuntos a escala local e internacional. El escenario es previsible, sólo que hubiese un mínimo sentido por recuperar la sensatez, lo que se torna imperioso.