Usted se preguntará¿qué tiene que ver Manuela Sáenz con la Santísima Trinidad? Yo me pregunté lo mismo hace unos días cuando leí una resolución emitida por la Dirección Nacional de Propiedad Industrial del Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual, dentro del trámite de registro de una marca relacionada con el personaje histórico.
En la referida resolución, el funcionario relator hace un análisis de las razones por las que no se acepta el registro de la marca. Entre los motivos esgrimidos hay uno asombroso. Dice en la parte pertinente: “Finalmente, las marcas evocan la misma idea y/o concepto en la mente del público (la del sic uno de los seres que conforman la santísima trinidad, padre, hijo y espíritu santo), lo que ratifica que el signo solicitado carece de fuerza distintiva…”.
Luego de las carcajadas que resultan inevitables al leer tamaño disparate, me envolvió una sensación extraña que me decía que aquello no era simplemente un error de copiar y pegar, sino que había en todo esto un mensaje trascendental debidamente encriptado. Intenté entonces descifrar el enigma. Tome una dosis doble de valeriana, até y desaté nudos, me rasgué las vestiduras y arranqué mis cabellos, hasta que lo comprendí todo. ¡El tipo era un genio, un verdadero visionario!
Estaba claro que el misterio de la humanidad y su destino se encerraban en esas palabras proféticas, y el funcionario me lo había anticipado entre las escabrosas líneas de una anodina resolución administrativa. ¡Magistral! De inmediato revisé los diarios de las últimas semanas y saltaron las noticias que podrían estar vinculadas al vaticinio del servidor público: “Desalojan imágenes religiosas de hospital público”, “Futbolistas no podrán santiguarse en la cancha…”, “Los Illuminati gobernarán el planeta”…
La conclusión era irrebatible, el nuevo orden mundial nacería en esta pequeña república latinoamericana a partir de los mensajes mesiánicos de un funcionario público cuya tarea esencial es reescribir la historia de la humanidad para iniciar la era de la santísima trinidad andina.
Por supuesto me llené de un orgullo patriótico que me llevó a silbar durante varios días, de forma inconsciente, América, de Nino Bravo. Y mientras tanto especular sobre la composición del nuevo eje religioso del mundo, sobre la génesis del ser humano del siglo XXI. Y ya tengo una teoría que parte, obviamente, del nombre de Manuela, la heroína y, a partir de mañana, madre universal. Y el padre, por supuesto, nuestro amadísimo Bolívar, no tengo dudas al respecto. Lo que me preocupa es el hijo, cuya disputa me temo que sobrepasará los múltiples candidatos regionales y, según se comenta, llegaría incluso a postularse el actual líder de la antigua Persia, donde algunos dicen que todo habría empezado…