Manipular el pasado

En la clase de historia, boquiabiertos y con el corazón latiendo a mil, varias generaciones de niños y niñas escuchábamos a los profesores desbordados de patriotismo uno de los detalles más conmovedores de la famosa batalla del Pichincha del 24 de Mayo de 1822: “Silva una bala y le rompe el brazo derecho. Pasa Calderón la espada a la izquierda, y continúa la lucha al grito de: ¡Viva la Patria! Silva otra bala y le rompe el brazo izquierdo. ¡Viva la República, grita el heroico adolescente, y siempre en pie, siempre sereno, anima a los suyos, y corre adelante con la espada en los dientes. ¡Avancen ¡A ellos! Silva otra bala y le atraviesa el muslo. Vacila el niño, pero no cae. ¡Patria! ¡Libertad!..., grita como puede'”.

“'Viene una bala de cañón y le lleva ambas piernas. ¡Viva la independencia! Y cae... Y allí, en el suelo, sin brazos, sin piernas, destrozado' lanza' el último ¡viva la República!”

Este párrafo corregido y aumentado por la imaginación de cada profesor sirvió por décadas de instrumento central para la formación de nuestro nacionalismo. La dosis era reforzada con los cánticos de “Patria' tierra sagrada'” los lunes antes de ingresar a clases.

Sin duda que este relato influyó en nuestra infantil conciencia patriótica, el problema es que con el pasar de los años, ya en nuestra adolescencia y juventud, se convirtió en objeto de burla. El pobre Abdón Calderón pasó de “héroe niño” a antihéroe, a fraude, a sujeto de “cachos”. En la práctica el patriotismo se resquebrajó.

El autor de este relato fue el periodista cuencano Manuel J. Calle, quien jamás lo escribió para que se lo use en las escuelas como un texto de historia. Su deseo fue “facilitar a los niños un pequeño libro de lectura' y despertar su infantil curiosidad” para que mañana ingresara a los estudios serios de la historia.

Sin embargo, su afán sí fue alimentar el patriotismo a través de estas ‘Leyendas del tiempo heroico’ que tenían además por propósito competir con los cuentos de ‘Blanca Nieves’ o de la ‘Bella y la Bestia’.

¿Cuándo y quién trasladó este cuento a los textos y a las clases de historia? No se sabe. Pero sí por qué se lo hizo: manipular el pasado para reforzar el sentimiento de ‘Patria’ como un recurso para impulsar la integración nacional y la consolidación del proyecto Estado- Nación.

Esta fue una estrategia política central de la revolución Alfarista. No de otra manera se explica que estas ‘leyendas’ se publicaran en 1905 en plena efervescencia revolucionaria.

Preocupa que 100 años después se reediten inventos y usos similares de la Historia.

¿Qué está tras la campaña reciente alrededor de los ‘restos’ de la ‘generala’ Manuela Sáenz?

Esta ya no es época de canonizaciones, culto a la personalidad o de glorificación artificial del líder o del héroe.

¿Cuál es el patriotismo de hoy?

Suplementos digitales