Muy triste el testimonio de la Policía herida en las protestas del Colegio Montúfar. Impactan las imágenes de los objetos que lanzan algunos estudiantes desde las instalaciones del plantel.
No queda mucha duda que, en algunos casos, quienes los arrojan tienen la intención de golpear y causar daño físico. Acciones así deben ser investigadas; los responsables, identificados, juzgados y sancionados.
Impresiona también la cantidad de policías desplegados para reprimir a los estudiantes de ese colegio de Quito, la forma en que se aprehende y trata a los detenidos.
Quien tomó la decisión de enviarlos no parece haber evaluado
la reacción de un grupo de jóvenes movilizados, enfrentados a lo que sienten como una agresión, como una acción contraria a sus intereses.
Seguro que entre los que se manifiestan hay quienes se han sumado por lo que consideran una invasión a su espacio, un atentado contra sus compañeros, sus iguales: la represión suele tener como efecto inmediato el incremento del conflicto.
Lo que sucede con los estudiantes del Montúfar es un nuevo capítulo de la relación ambivalente que tiene el régimen con los jóvenes, siempre en los extremos.
Cuando los jóvenes son receptores pasivos del discurso oficial, se los presenta como una reserva de la revolución ciudadana, se les asigna la calidad de defensores de los “logros” del Gobierno, son el presente y futuro del país. Inteligentes, sensibles, comprometidos; beneficiarios de las becas y actores de la revolución del conocimiento.
Cuando protestan, expresan desacuerdo o rechazan de alguna forma al régimen son considerados como unos violentos manipulados. Se les niega capacidad de juicio, decisión y acción, se afirma que responden a unos cuantos adultos que los usan con fines politiqueros.
Reaparece el fantasma del MPD, se considera a su protesta injustificada, se les niega cualquier razón, se cierra toda vía de diálogo al quitarles entidad, capacidad de indignación o de posición.
Los estudiantes secundarios han vivido su juventud bajo este régimen, no conocen otra forma de ejercicio del poder, eran muy pequeños cuando había otro Presidente, otra legislatura, otra justicia. Ellos solo conocen una forma de ejercicio del poder.
Cada expresión de descontento juvenil es un sacudón, una negación al discurso de transformación. Para los jóvenes, el pasado es Rafael Correa, su discurso y prácticas, es lo que conocen.
Por eso, en el régimen necesitan recrear el pasado, y me parece que a esto se debe -en parte- la estrategia de desconocerles y por ello tiene presente a los fantasmas de un MPD que ya no existe pero que simboliza el “antes”.
La revolución ciudadana envejece y eso se hace evidente en la reacción que tiene frente a las protestas de los estudiantes del Montúfar.